jueves, 1 de agosto de 2013

Al que vota a Cristina, le sale Scioli


¿Y Scioli no es Massa, Macri o Prat Gay?

El 11, vamos con el Frente de Izquierda

Sergio Massa, Daniel Scioli y Cristina Fernández de Kirchner.


Marcelo Ramal en Prensa Obrera 1279. Nota Editorial.

Si Alvaro Alsogaray volviera por un momento a la vida, podría declararse satisfecho. En sus diferentes variantes, los bloques políticos capitalistas que se disputan la sucesión del kirchnerismo han encaramado en sus listas a candidatos paridos por el “neoliberalismo”. Es el caso del ex ucedeísta -y ex kirchnerista Massa, quien dejó las filas del gobierno junto con una parte de los intendentes del conurbano y varios de los capitostes de la Unión Industrial.

Pero la herencia “neoliberal” se ha encaramado en el propio gobierno -y no sólo por los ex ucedeístas Insaurralde o Boudou. Ello se manifiesta en el inusitado protagonismo que alcanzó el derechista Scioli en la campaña electoral bonaerense. Durante muchos meses, se especuló con una ruptura definitiva entre los K y el gobernador, así como con una alianza de éste con Massa o De Narváez. Pero si Scioli se quedó, es porque la camarilla oficial lo ha admitido como su heredero político con vistas a 2015. Con permanencia en el campo del gobierno, el camino de la sucesión tiene dos puntas, pero una misma orientación social: al que va con los K, le sale Scioli. Al que vota la “renovación”, le sale otro Scioli. O sea, Massa.

Detrás de las agrias peleas de final de campaña entre unos y otros, es probable que la elección 2013 termine ordenando los términos de un pacto con vistas a 2015. Por ejemplo: Scioli, presidente; Massa, gobernador. En esto concluye la experiencia “nacional y popular”.

Chevron, Milani

No sería posible este derrotero político sin que la propia orientación del gobierno actúe en la misma sintonía. Es el caso del acuerdo con Chevron, el cual repite el libreto de las variantes más entreguistas del pasado en materia petrolera: asociación con monopolios internacionales para servirse de áreas ya exploradas por YPF; libertad para disponer o exportar el petróleo y el gas, e incluso sus divisas. Es un planteo que choca con los actuales controles oficiales (cepo cambiario) y que plantea, por lo tanto, un viraje en el régimen económico vigente.
Aunque sus beneficiarios capitalistas lo aplauden, la mayoría de ellos hacen votos para que sea otro elenco político el que lo aplique en 2015.

Algo similar sucede con el nombramiento del agente de inteligencia y represor Milani al frente del Ejército. La integración de las Fuerzas Armadas al régimen político -que el kirchnerismo quiere viabilizar a través de un alto mando propio- es un objetivo que acariciaron durante décadas los gobiernos que sucedieron a la dictadura. Ahí tenemos al punto final y la obediencia debida, los indultos y los llamados a la “reconciliación” que, alternativamente, levantaron Duhalde, De la Sota y otros. Como en todos esos casos, el gobierno de los “derechos humanos” quiere tramitar la integración de las Fuerzas Armadas al Estado a cambio de su impunidad y de devolverles un protagonismo político. Para ello, se ha empeñado hasta lo imposible en ocultar los antecedentes represivos de Milani y sigue dispuesto a sostener al represor, aun cuando esos antecedentes han salido a la luz.

Entre Chevron y el caso Milani, estas semanas de campaña han dejado al progresismo oficial en ruinas.

Se des-Unen

El tramo final de las Paso también sacó a la luz las brutales contradicciones del frente “anticorrupción” en la Capital. Nada menos que Carrió salió a atacar a sus contrincantes en la interna -Prat Gay o Terragno- por su falta de disposición o cobardía para denunciar peculados. Naturalmente, olvidó mencionar el compromiso del ex agente del JP Morgan en la mayor corruptela de todas: el pago de la deuda externa. Pero después del 11 de agosto, todos ellos marcharán en una lista común, probablemente encabezada por Carrió. O sea que Carrió ha terminado denunciándose a sí misma y al rejunte que decidió protagonizar junto a Pino Solanas. En definitiva, la embestida de la ex jefa del ARI terminó revelando el fraude monumental de la interna del Unen, con sus diferentes vertientes y candidatos amalgamados por el oportunismo.

Quién paga la crisis

La campaña que culmina ha exhibido la acentuada disgregación de los bloques y partidos del régimen, la que apenas es disimulada por el sistema de internas abiertas. La década kirchnerista ha dejado a estos partidos en el punto donde se encontraban en la crisis de 2001. Ello por incapacidad de todos ellos para imprimirle una orientación social diferente a la salida de aquella bancarrota. Por el contrario, se empeñaron a fondo en rescatar a sus responsables capitalistas. Como consecuencia de ello, asistimos a una nueva crisis de fondo. Sus síntomas son claros y están golpeando con fuerza a la población trabajadora: inflación galopante, confiscaciones impositivas al salario; miseria jubilatoria, derrumbe ferroviario y energético. La crisis en marcha no es, por lo tanto, resultado de una mala gestión, sino de una orientación social definida.

En estas condiciones, el ingreso de la izquierda al Congreso reviste un significado claro. La próxima etapa política pondrá sobre la mesa la cuestión crucial de quién pagará la crisis: si los trabajadores, con el programa que propugnan oficialistas y opositores tradicionales; o los capitalistas, a partir de una reorganización social de fondo. La conquista de diputados de izquierda implica llevar esta disyuntiva a la tribuna privilegiada del Congreso, para hacer de ella un factor de conquista política y organización de los explotados en torno de una alternativa propia.

En el tramo final de la campaña, palpitamos un ascenso de las listas y candidaturas del Frente de Izquierda en los principales distritos. En el Partido Obrero, lo apreciamos en la acogida excepcional que recibimos en las recorridas, actos y mesas callejeras que hemos multiplicado en los últimos días. Nuestra campaña se ha caracterizado por explicitar una agenda y un programa de salida a la crisis, partiendo del interés y las reivindicaciones más apremiantes de los trabajadores. Ello se contrapuso francamente con la vacuidad de las campañas de los bloques capitalistas, dirigidas a ocultar sus propósitos ajustadores.

Hacemos un llamado particular al electorado que apoyó al kirchnerismo o al centroizquierdismo en los turnos electorales pasados: quien apoye a los candidatos oficiales, tendrá a un Scioli en el futuro cercano. Del otro lado, la supuesta “renovación” oficial sólo alberga a otros “Scioli”, como Massa. Detrás de los centroizquierdistas “anticorrupción”, asoman otros agentes directos del capital financiero.

Para que los trabajadores tengan voz propia en la presente crisis nacional, necesitamos a la izquierda en el Congreso. Refrendemos este objetivo con una sólida votación al Frente de Izquierda en agosto, en todos los distritos del país.

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