jueves, 17 de mayo de 2012

LA FAMILIA JUDICIAL



NEPOTISMO


Recién empiezan y ya son Jueces: Carlos Paulino Pagliere (h) y, en breve, Federico Barberena. Políticos y Jueces se reparten favores. El pueblo sostiene un Estado del que  se sirve y aprovecha una clase privilegiada; la misma por la que ese pueblo paga y es oprimido.


Mientras los trabajadores judiciales enfrentan con lucha la política salarial del gobierno bonaerense y reclaman la restitución del sistema de porcentualidad que les quitó el gobierno de Duhalde en pleno menemato, lo que el kirchnerismo no revirtió, políticos y jueces continúan repartiéndose el Estado del que se han hecho inveterados propietarios -desde sus orígenes ¿tal vez?-.

Una indagación acerca de los apellidos que han ocupado la magistratura en Azul confirmaría esta condición del Estado demócrataburgués. Pero eso lo analizaremos en otra ocasión. En esta oportunidad, hemos preferido comentar la noticia que ha echado a rodar sobre el inminente nombramiento de Federico Antonio Barberena como Juez de Garantías, en uno de los cargos que se encuentra vacante.

Federico Barberena casualmente es hijo de Juan Atilio Barberena -ex concejal, ex intendente de Azul y ex senador provincial por el duhaldismo, referente menemista si lo hay en nuestra ciudad, y actual colaborador del intendente José Inza (FpV)- y Ana María Benedictis -ex Jueza en lo Civil y Comercial de la Cámara del fuero-. 

Para el cargo vacante se conformó una terna que el susodicho integró junto a la eterna postergada Magdalena Ana Forbes, once veces ternada y once veces vencida por los favores políticos que bendijeron a arribistas por el estilo.

LA TERNA

Provincia de Buenos Aires
CONSEJO DE LA MAGISTRATURA

Terna votada por el Consejo el día 5 de diciembre de 2011 y comunicada
al Poder Ejecutivo el día 21 de diciembre de 2011.


Juez de Juzgado de Garantías del Departamento Judicial Azul (un cargo
–vacante N°2948- correspondiente al concurso N°1699 cuya prueba
escrita fuera tomada el día 5 de julio de 2011).


Dr.  Federico Antonio Barberena – Legajo 006417 -.
Dra. Magdalena Ana Forbes – Legajo 001837 -.
Dra. Fabiana San Román – Legajo 003417 -.



Docentes de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo respaldan a Bayer



Los intelectuales y el poder 


Acerca de las declaraciones de Felisa Miceli 
sobre Osvaldo Bayer



Publicado en mayo 17, 2012; Asamblea de Intelectuales, docentes y artistas en apoyo al Frente de Izquierda y de los Trabajadores


Por Raquel Ángel y Alberto Guilis
El oportunismo político suele ser peligroso. Tanto como la conversión de los conversos. A veces –demasiadas- ambos coinciden. En nombre de una vaga militancia, que pocos conocen, los oportunistas reciclados terminan convirtiéndose en ventrílocuos del discurso del Poder. Lo que sigue es conocido: cargos, prebendas, canonjías, posicionamientos. Que siempre exigen pagar el mismo precio: la renuncia a aquello que alguna vez constituyó una certidumbre, una forma del sentido. Y, simultáneamente, la descalificación de quienes se niegan a los pactos y al ocultamiento, de aquellos que se rehúsan a ser, como pensadores, la fracción dominada de la clase dominante.

Algo de esto (o mucho, habría que decir) puede aplicarse a las declaraciones de Felisa Miceli, Directora del CEMOP, a propósito del conflicto entre las Madres y Osvaldo Bayer. Más que tomar partido, terminó enjuiciando a uno de los más altos referentes éticos del campo intelectual argentino, quizá el único que queda, tras la muerte, el año pasado, de David Viñas y León Rozitchner. Los tres (y no es casual, hay que decirlo) fueron amigos. Los tres (también hay que decirlo) defendieron toda su vida, con hechos y palabras, a las Madres de Plaza de Mayo. Los tres, además, sufrieron exilio y persecución por su enfrentamiento con los poderes de turno. En el caso de Osvaldo Bayer, su nombre pasó a integrar la lista de los condenados a muerte por la Triple A. Entonces juntó todo – vida, familia, recuerdos- y se exilió en Alemania, “la amada tierra enemiga”, como la llamó en “Exilio”, el libro que escribió junto a Juan Gelman.

Cosas que sabemos todos, que ya forman parte de la historia trágica de los años 70. Pensar la política desde la ética fue siempre el modo-Bayer de estar en el mundo. “El intelectual tiene una situación en su época: cada palabra suya repercute. Y cada silencio también”, advirtió Sartre. Si a la luz de esta reflexión nos preguntáramos qué papel jugaron los intelectuales argentinos durante la dictadura, serían pocos los que pasarían la prueba. Pero allí, entre ellos, estaría Bayer. El sí la pasaría, y con honores, pese a las acusaciones de Felisa Miceli, hechas desde no se sabe qué lugar, seguramente desde instituciones generosamente subsidiadas por los poderes fácticos.

¿De qué lo acusa la ex ministra de Economía? En primer lugar, de ser “un intelectual profesional progre” de esos “que no pueden comprometerse con un proyecto político”(frase que da que pensar, por venir de donde viene, ¿No estará confundiendo Miceli política con poder?).

Hay todavía algo más grave: Bayer, según el libelo de marras, jamás pondría su“prestigioso nombre y menos su cuerpo junto a los de aquellos miles que cotidianamente ponemos nuestro empeño (¿cómo? ¿no era el cuerpo lo que había que poner?) en la confrontación con los poderes fácticos”.

En el párrafo final del documento firmado por la Directora del CEMOP, se lee “ésa es la enorme y tremenda diferencia entre el que escribe y el militante popular”. El primero “es un observador, alguien que la mira desde afuera”, no entiende “lo que pasa en su país y por eso se convierte en una contradicción andante”.

Acá, Miceli se autoriza en Rodolfo Walsh, pero como no sabe mucho sobre el enorme poder de las palabras cuando se usan como un arma, y sabe todavía menos sobre la relación entre los intelectuales y el poder, termina desbarrando. Quizá habría que recordarle que, cuando lo asesinaron, Walsh llevaba encima la “Carta Abierta a la Junta Militar”, ese texto poderoso, que aún hoy, sigue cambiando vidas y abriendo las conciencias.

Lo mismo que los libros de Bayer (“Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia” y“Los vengadores de la Patagonia trágica”, por citar sólo dos), esos libros donde se mueven hacia la muerte hombres que nunca terminan de morir. Pregunta: ¿los habrá leído Felisa Miceli? De ser así, ¿cómo se explica que establezca diferencias entre “los que escriben” y“los que militan”? ¿Cómo puede entenderse, si no desde un populismo peligroso, ese desprecio al intelectual? Detrás del desprecio con que los nazis quemaban libros (lo mismo que los genocidas argentinos), lo que había era miedo.

Miedo a esos libros, a lo que decían, a lo que podían despertar en las conciencias. A veces (como los opresores saben) las palabras logran efectos de indescriptible potencia en la subjetividad de los oprimidos. Algo que el Che, a quien Ricardo Piglia llamó “El último lector”, conocía bien. Cuando lo asesinaron, estaba descalzo, había perdido casi todo. Sólo conservaba su mochila. Y ahí lo único que había, lo que guardó hasta el final, como un tesoro, fueron los libros, esos que amaba y leía entre combate y combate. ¿No le dice nada esto a Felisa Miceli?

Quizá alguien debería hablarle de un ejemplo que, sin embargo, tiene a mano: la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo. Muchos pasaron por sus aulas, a lo largo de sus doce años de existencia. Y se encontraron con libros, con muchos libros. Libros esenciales, “de esos que logran romper, como un pico de hielo, el mar congelado que tenemos adentro”, como escribió Kafka. Libros que nos hacen otros de los que somos, que nos descubren lo que verdaderamente queríamos ser.

Como docentes de la Universidad de las Madres, una de las experiencias más bellas que hemos podido tener ha sido escuchar, año tras año, esa frase que repiten los alumnos. “Lo que aprendí acá, me cambió la vida”. Muchos de ellos comenzaron a militar después de su paso por la Universidad. No son pocos los que, aún terminada una carrera, vuelven para seguir escuchando clases que en otra parte no se dan, para acercarse otra vez a esos textos que, en tiempos de oscuridad, alimentaron las hogueras del odio.

Solo por ignorancia o irresponsabilidad se puede afirmar que quien escribe “no pone el cuerpo”, cuando ése que escribe se llama Osvaldo Bayer. No estamos hablando del intelectual domesticado, del que ha entrado en la edad de la razón o se ha dejado ganar por la impotencia. Estamos hablando de alguien a quien David Viñas calificó como “un sobreviviente en más de un sentido, un espejo, un testigo, una presencia que incomoda: Osvaldo Bayer”. Que asumió su destino de soledad y siguió hablando cuando todos callaban. Y fue al exilio “como quien se desangra”. Pero se fue para seguir luchando. Como podía y con las armas que tenía, siguió peleando afuera, por las Madres, por los compañeros que quedábamos acá, por los caídos, por los arrojados de la vida. Ahí lo vemos en Alemania, denunciando los crímenes de la dictadura, boicoteando el Mundial de Fútbol del 78, a través del cual el régimen genocida pretendía blanquearse. Ahí lo tenemos, un año después, arremetiendo contra el Mundial del 79, que en septiembre se jugó en Japón, pero que otra vez desató en la Argentina el mismo carnaval siniestro, en medio de los campos de concentración.

Sobre este episodio, que coincidió con la llegada a la Argentina de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, y donde las Madres fueron insultadas por turbas enardecidas, escribió un relato estremecedor. Se lo puede leer en su libro “Pequeño recordatorio para un país sin memoria”. Veamos este fragmento:

“Lo ocurrido en ese mes de septiembre puede simbolizar en toda su abyección la inmoralidad en que había caído nuestra sociedad. En una sola escena se juntaron las dos Argentinas. Fue registrada por la televisión alemana. Frente a la sede de la Comisión, estaba la larga cola de las Madres de los desaparecidos. Mujeres del pueblo. Venían a denunciar los crímenes…Ellas estaban solas. ¡Qué dignidad, Madres! Hay que poner en cámara lenta el video y observar rostro por rostro.

Cuando la cola del dolor y la dignidad hacía horas que esperaba, llegó la verdadera Argentina. Venía en colectivos, camiones y a pie, gritando eso: ¡Argentina! ¡Argentina!…Venía a demostrarle a la OEA que los argentinos eran derechos y humanos. Se ve a algunos viandantes que se muestran sonriendo vergonzantes y moviendo la manito para que los capte la cámara. Están los clásicos provocadores de los servicios de informaciones que les preguntan a las Madres: ¿”Y ahora de qué se quejan? ¿Por qué no los cuidaron antes a sus hijos?”…Las Madres ahí, sin moverse, en silencio, soportando esa saliva de los eternos lameculos del Poder. Fue el año más degradado de nuestra historia”.

Es apenas un fragmento. Pero sirve para entender quién es Osvaldo Bayer, cuál y cuán profundo ha sido, a lo largo del tiempo, su compromiso con las Madres. Hay múltiples pruebas de su integridad sin fisuras. Imágenes que lo muestran haciendo lo que ningún otro intelectual era capaz de hacer. Por ejemplo, plantarse solo, todas las semanas, frente al monumento a Roca para crear conciencia, con discursos que muy pocos querían escuchar, sobre el genocidio que la historia oficial llama, eufemísticamente, la “Campaña del Desierto” y sobre la vergüenza de que esa estatua del general asesino siga estando allí, como una celebración del crimen. Ahí, en esa esquina donde se cruzan diagonales, está Osvaldo Bayer, un hombre que clama desde el barro y la sangre de la Historia. Solo.

A Bayer nunca le importó la soledad. Sí, el ejemplo, dar ejemplo. “Alguien siempre escucha”, nos dijo alguna vez. Alguien siempre escucha. No importa si son pocos. No hay que desalentarse. Hubo otras veces, otras pruebas de su extraordinaria tenacidad. Para citar sólo una: aquella vez de los despidos de Página/12, cuando la empresa echó a 150 trabajadores y empezó una lucha por la reincorporación. Bayer, que escribía las contratapas, se puso a disposición de la Comisión Gremial y anunció que no escribiría una letra más mientras los trabajadores estuvieran en huelga. Fue el único. Otros intelectuales, algunos muy conocidos, no tuvieron empacho en seguir escribiendo, en la contratapa o adentro. Y con su firma al pie.

Este es Osvaldo Bayer. Un hombre moral. Alguien que puso el cuerpo en la escritura, que hizo escritura con el cuerpo, que supo siempre que “el cuerpo –como escribió David Viñas-es el lugar de la sanción”. Desde esa reflexión puede entenderse qué significa no sólo“poner el cuerpo” sino transformar la palabra en acto. O sea, hacerse cargo. Estar donde hay que estar: junto a los ofendidos y humillados, en los piquetes, en las movilizaciones, en las huelgas, ahí se pudo ver su figura de patriarca, enfrentando al poder, defendiendo a los trabajadores que ocupaban fábricas, acompañando las luchas de los pueblos originarios, con la misma pasión con que, en un Encuentro de Intelectuales realizado en Maryland, en 1984, alzó su voz para denunciar la complicidad de los intelectuales con la dictadura: Ernesto Sábato, el principal, el que almorzó con Videla, el que sería ungido, poco después, como líder indiscutido de los Derechos Humanos. También entonces Bayer estuvo solo. Ninguno de los presentes, figuras y figurones de la cultura nacional, se atrevió al gesto solidario.

Habría que preguntar –preguntarse- a la manera de Viñas, cómo operan los intelectuales argentinos en su relación con la muerte. O hacer lo que hizo Bayer con la Historia, con sus dolores y heridas: obligar a que el presente se revele, con sus quebraduras, sus trampas, su ferocidad.

Quienes no somos recién llegados a la lucha de las Madres sentimos la profunda necesidad de reivindicar la trayectoria de quien, a lo largo de una larga vida, se arriesgó a mantener una mirada no complaciente, a pensar contra lo que se resiste, a rechazar toda forma de conciliación. Las diferencias que hoy Bayer pueda tener con las posiciones políticas que han adoptado las Madres no pueden ser usadas por funcionarios del sentido común, por almas bellas o párrocos a sueldo. Sólo ellos –Bayer y las Madres- tienen derecho a dirimirlas.

Raquel Angel y Alberto Guilis
Docentes de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

Papeleros Kimberly- Clarck: "Con nuestra salud no se jode"

El pasado Domingo 6 del corriente mes alrededor de la media noche en las instalaciones de la empresa papelera Kimberly-Clark de la ciudad de Bernal, el trabajador camionero Arzola Pedro falleció a causa de un paro cardiorespiratorio en el sector de carga de productos, en su horario habitual de trabajo, automáticamente fue asistido con primeros auxilios por los trabajadores de planta que lamentablemente no pudieron salvar su vida. Tiempo después unidad coronaria se hizo presente resultando en vano sus prestaciones.

Este lamentable hecho en todo su desenlace fatal fue contenido con valiosos esfuerzos obreros frente a semejante situación de desesperación.
Esta comisión interna y sus trabajadores desde el año 2008 mediante actas, vienen reclamando que exista servicio médico las 24hs todos los días de la semana. Actualmente esta multinacional cuenta solamente con un servicio medico deficiente de lunes a viernes de 08 a17hs, contra
 el 90% de la planta que realiza tareas de producción en turnos rotativos las 24hs los siete días de la semana. 
Se realizo una presentación en el ministerio de trabajo adjuntando todas las actas e intimando a que en 30 dias presente una respuesta concreta.
Este martes se realizo un escrache en la puerta de la planta con los trabajadores denunciando la falta de un servicio medico eficiente y el desinterés por la salud de sus operarios.


Fuente:http://www.miradaquilmesoeste.com.ar

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