martes, 27 de diciembre de 2011

Fruta para Todos



Piso en Puerto Madero de 9 millones para Cris




El derecho de huelga y la Constitución de 1949

En su discurso de asunción, CFK se detiene y pregunta: "No tuve tiempo de corroborar el dato pero ¿es cierto que el derecho de huelga no figuraba en la Constitución de 1949, del primer gobierno peronista?". Alguien le responde: "Es cierto, no figura". La Presidenta vuelve al micrófono y plantea lo largamente difundido: hoy rige el derecho de huelga pero no el derecho a la extorsión sustentado en una huelga.

El planteo abrió una discusión sobre la famosa Constitución de Perón. Juan Pablo Feinmann, un defensor de los hechos consumados, dice que "Perón, y en no menor medida Evita, creían que era tanto lo que habían entregado a los obreros... que una huelga contra ellos era una especie de herejía", un razonamiento francamente idiota, porque ninguno de ellos pensaba que vivirían para siempre, y también por aquello de lo que abunda no daña. Para De Gennaro, en cambio, como la huelga es un "derecho natural" no correspondía convertirlo en "derecho positivo", casi invitando a que CFK lo derogue.

Coherencia

Bajo el gobierno peronista y su predecesor, el gobierno surgido del golpe militar del 43, la huelga no tuvo nunca jerarquía legal. La resolución 16 del 10 de marzo de 1944 de la Secretaría de Trabajo y Previsión, dirigida por Perón, dispuso que cualquier reclamo por un conflicto laboral debía hacerse por escrito y tanto trabajadores como empleadores tenían prohibido alterar el estado preexistente, sea a través de huelgas o despidos, mientras se tramitara esa instancia administrativa -una "conciliación obligatoria" indefinida. El derecho de huelga fue omitido en la Ley de Asociaciones Profesionales (1945)1 y en la Declaración de los Derechos de los Trabajadores (1947) que más tarde sería incorporada íntegramente en la Constitución del ‘49. Luego, el "coronel del pueblo" y la burocracia de la CGT se ocuparon pacientemente de desmontar el aluvión de huelgas que se desencadenó a partir del 17 de octubre de 1945. "A principios de agosto (1947) cuando el nivel de los conflictos estaba alcanzando un nuevo pico y muchas de las concesiones más tarde identificadas con el peronismo no se habían hecho todavía realidad, el presidente convocó a los dirigentes de la CGT y a los principales sindicatos de la industria y los servicios a una conferencia urgente...(donde) denunció con alarma el descubrimiento de una conspiración orquestada por la oposición y sus aliados comunistas para revertir el curso de la revolución"2.

La conspiración llevó a que la burocracia de la CGT, en el Congreso Nacional del movimiento sindical convocado para octubre de ese año, hiciera aprobar una resolución condenatoria de las huelgas. Impugnó a "(esos) tipos de sindicatos (que) han creado una especie de mística que fue, quizá, un factor indispensable en épocas pasadas pero que ya hoy no tiene razón de ser. Ello es la obediencia ciega al decreto de huelga para no ser tildado de ‘carnero'"3.

En 1949, un editorial del periódico CGT definió a los paros y huelgas como "crimen político" contra la Revolución4. Esta ofensiva llegó a su clímax con la huelga ferroviaria de 1951, declarada ilegal y quebrada a través de la movilización del ejército, la detención en masa y el despido de sus protagonistas.

"Rompe con el orden establecido"

Coherente con este proceso político, en la sesión del 8 de marzo de 1949 la Convención Constituyente se pronunció taxativamente contra la inclusión del derecho de huelga, por considerar "que la huelga implica un rompimiento con el orden establecido que, como tal, tiene la pretensión de ser un orden justo y la exclusión del recurso de fuerza es el fin de toda organización social. El derecho absoluto de huelga, por tanto, no puede ser consagrado en una Constitución".

El carácter reaccionario de la Constitución del ‘49 no se limita a su condena al derecho de huelga. El artículo 15 dice: "El Estado no reconoce organizaciones nacionales o internacionales cualesquiera sean sus fines que sustenten principios opuestos a las libertades individuales reconocidas en esta Constitución o atentatorias al sistema democrático en que esta se inspira". Era la cláusula anticomunista, que por entonces se camuflaba como una ‘defensa de la democracia'. Más aún, "quienes pertenezcan a cualquiera de las organizaciones aludidas no podrán desempeñar funciones públicas en ninguno de los poderes del Estado", algo sacado de la Constitución de Alemania, dictada por el ejército de ocupación de Estados Unidos (que hoy revive a su modo en la "ley antiterrorista"). El artículo 34 creó la figura jurídica del "estado de prevención y alarma", que otorgó al presidente las facultades del estado de sitio sin pasar por el Congreso, o sea arrestar y trasladar personas con la suma del poder público en sus manos.

La naturaleza de un derecho

La Constitución del ‘49 fue derogada por la Libertadora y nunca repuesta por un gobierno peronista. La Convención Constituyente de 1957, con el peronismo proscripto, aprobó el artículo 14 bis, que "reconoce" el derecho de huelga, en oposición a la propia Constitución Justicialista, en el marco de una ofensiva sistemática contra el movimiento obrero, con cientos de sindicatos intervenidos y miles de activistas perseguidos. Un derecho de huelga con la CGT y los sindicatos intervenidos por los militares. Fue la fachada ‘liberal' de un régimen que buscaba asegurar un continuismo civil.

La consagración del "derecho de huelga" en la Constitución es, de un modo general, un acto de hipocresía del régimen patronal, porque se lo admite para poder reglamentarlo, o sea hacerlo inviable desde el punto de vista de los tribunales de justicia. La huelga, una acción que contradice la propiedad privada de los medios de producción, solamente puede ser reconocida como un derecho en abstracto, o sea en forma ficticia. Es así que se ve sistemáticamente prohibida por medio de la conciliación y el arbitraje obligatorio, o la declaración de servicios esenciales. La propia OIT recomienda darle carácter constitucional al derecho de huelga en los países que aún no lo han hecho, mientras que admite y recomienda la prohibición de huelga en todos los servicios "esenciales".

El carácter "nacional y popular" de la Constitución Justicialista es uno de los grandes mitos de la historia oficial difundida por el peronismo y el centroizquierda.

Christian Rath
PO 1207 22/12/2011

1. El número de días perdidos por huelgas pasó, en escalones crecientes, de 41.384 en 1944 a 3.467.193 en 1947 (Estadísticas de Huelgas, Departamento de Trabajo). 2. Unión Ferroviaria, Libro de Actas. Citado por L.M. Doyón, Perón y los trabajadores, Siglo XXI, 2006. 3. La Prensa, 21/10/47. 4. CGT, 3/5/1949.
Ley anti-terrorista: el voto de nacionales y populares, y de progresistas
La demagogia oficial la presentó como una herramienta para perseguir a especuladores, cuando, como lo demuestra el procesamiento a los luchadores y la condena de las huelgas como "extorsivas", tiene su mira puesta en las luchas obreras y populares. No en vano, la modificación de la ley penal tributaria deja intactas las prerrogativas de los banqueros, los empresarios del juego, los especuladores inmobiliarios y las grandes corporaciones, que en el último año fugaron más de 22.000 millones de dólares.

En 1974, los diputados de la JP -entre ellos, un joven Carlos Kunkel- renunciaron a sus bancas ante la aprobación de las leyes "antisubversivas" impulsadas por el mismísimo Juan Domingo Perón. Hoy, 35 años más tarde, Kunkel vota disciplinadamente esta legislación "antiterrorista" que le ordenaron desde Estados Unidos.

¡Abajo la ley terrorista del Gafi!
A diez años del Argentinazo
el Argentinazo fue el ejercicio directo del derecho de revocatoria contra un gobierno agotado que fuera elegido, según los procedimientos de la democracia. Fue también la expresión de un gran giro político, esto porque el estado de sitio, que fue declarado para imponer la defensa de la propiedad contra el ‘vandalismo', se convirtió en el último clavo del gobierno de turno. Estos dos elementos -el derecho de revocatoria por medio de la acción directa, por un lado, y el frente único de las masas contra el Estado, por el otro- son las dos grandes premisas que dejó el Argentinazo para las generaciones futuras y las luchas que se aproximan.

Extractos.

Sobre programas y pragmáticos

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Escribe Oscar Rae (UJS.Desde Chillar, Partido de Azul).
El 20 de diciembre se cumplieron 10 años del día en que los ahorristas expropiados de la clase media y los piqueteros hambreados desafiando el estado de sitio decretado por el gobierno de la alianza pusieron en jaque al presidente De La Rua quien tuvo que renunciar.
 Dicha fecha llegó cuando el oficialismo profundizó su modelo con un tarifazo, una medida con la misma intención a las tomadas en 2001: que la crisis del empresariado la pague tanto la clase media como el pueblo pobre. También el oficialismo recibió este aniversario con la puesta en marcha para sancionar una ley antiterrorista intentando por otros medios lo hecho en ese diciembre  10 años atrás: que el pueblo indignado con las medidas antipopulares no salga a protestar en contra del intento de hacerlos pagar una crisis que ellos no provocaron. Estas medidas no sólo fueron bancadas por lo más jodido y garca de la política, además contaron con los progresistas que a diferencia de las “sectas” como el P.O. ellos son pragmáticos y apoyan al gobierno, un ejemplo es Sabatella  que empezó con su organización (Nuevo Encuentro) apoyando críticamente al gobierno, para terminar incorporándose íntegramente al F.P.V. y demostrando ser un soldado leal votó a favor de la ley antiterrorista que los extorsionadores del G.A.F.I. le impusieron a la argentina. Este caso es tan solo un botón de muestra. Es que el viraje cada vez más obvio y alevoso de la presidenta a la derecha arrastra a todos los que no se plantean un cambio radical de la sociedad y no alcanzan a ver a varias medidas aparentemente populares del gobierno como la máscara de su carácter de clase (a favor de empresarios y banqueros)
También este 20 encontró a la izquierda conmemorando en las calles y plazas la memoria de aquel espíritu de lucha, aún vigente en comisiones internas ganadas por sectores clasistas, las direcciones ganadas por el P.O. en la U.B.A., la lucha por la expropiación de fábricas bajo control obrero. Y también desenmascarando al falso gobierno nac&pop que paga la deuda externa, mantiene la flexibilidad laboral, prepara un ajuste contra el pueblo, persigue con el código penal en la mano a los que luchan y banca a burócratas sindicales patoteros. Este lugar que sostienen principalmente los partidos que conforman el frente de izquierda no es mera casualidad, sino todo lo contrario, es la causa de haberse fijado un programa anticapitalista, analizando inteligentemente la realidad para darle una solución socialista a los problemas diarios que sufren los habitantes de una sociedad burguesa en crisis.

Diez años no es nada

 
Párese en una frase tanguera, una típica reminiscensia argentina o propiamente porteña.
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Quizás no sea nada de eso y todo a la vez, “Diez años no es nada” es un eufemismo perfecto para determinar que la vida es fugaz y como todo tiempo fugaz lo que pasó esta  ahí cerca al alcance del tiempo.
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Como diría Osvaldo Bayer en su prólogo a una edición del cada vez mejor libro de otro Osvaldo pero de apellido Soriano, la novela llamada “cuarteles de invierno”, radiografía rabiosamente testimonial de una sociedad con la dictadura bien adentro de sus costumbres de la vida misma de la sociedad.
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En ese prólogo Bayer le habla a Soriano como si el gordo estuviese vivo, le colocó en una repisa a Fernando De la Rua, casi un Borbón fugando en un helicóptero de la casa misma de la patria, a Kosteky y Santillán acribillados por la policía, los nuevos saqueos, la jueza Servini de Cubría cruzando la histórica  plaza, prácticamente como esquivando cuerpos de los caídos en combate contra la represión instaurada por que sí. De un lado, el heterogéneo grito de que se vayan todos; del otro, los que no se querían ir y se replegaban en lo único que les quedaba, su poder insensato rasgado por su propia crisis.
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Ahí están todos, imágenes congeladas para siempre en el imaginario de los argentinos.
Instantes que se congelan de manera desagradable en el recuerdo de los muertos.
Imagino y sospecho que si Soriano vivera se haría un pic-nic con toda esa catarata de sucesos, quizás armaría otra novela que serviría de crónica perfecta para contar lo sucedido y me arriesgaría a decir que cerraría la implacable saga que arranca en “no habrá más penas ni olvidos”, “cuarteles de invierno” y un nuevo libro que hable de los acontecimientos del 19, 20 y 21 de diciembre del 2001. No podemos siquiera sospechar el titulo. Yo me atrevo a soplarle a su fantasma al oído “diez años no es nada” ya que ese improbable titulo tiene ese gift tanguero e inevitablemente melancólico que sirve para ilustrar la desgracia y la resistencia de los que están dotados, aquellos que luchan, los hombres y mujeres que colmaron la plaza y las esquinas de la argentina por esos calurosos días de diciembre.
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Pero sigamos imaginando, permitámosnos el soñar desproporcionadamente ¿Qué diría de la seguidilla de presidentes?, de Rodríguez Saa diciendo que no se iba a pagar un peso más de la deuda externa y al otro día arreglando con toda la usura internacional, los patacones de Duhalde, la epidermis de un país que de la noche a la mañana por negligencia y soberbia de los que mandaban se convertía en un despojo de hechos trágicos. El puente pueyrredon  parecería Kabul, Buenos Aires sería por aquellos días como lo que es Grecia en la actualidad, con una economía en bancarrota, levantados sus estudiantes en lucha, tanto acá como allá, el país se convertía en un escenario de guerra sin cuartel contra el poder.
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Pasaron diez  años y la historia se disparó una vez más casi sin sentido como suele hacerlo y el mundo se ha “argentinizado” en estas navidades. En otro sitio del globo les toca el oprobio y la locura que causan los mismos de siempre. Al menos en esta Argentina del 2011 actual, mal que mal, los argentinos tendrán una feliz navidad con la casa más o menos en orden. Lo de diciembre del 2001, pasó como pasa todo pero no se olvida ni se olvidará.

A los caídos en la plaza del congreso, a Maxi kosteki y Dario Santillán .      
Javier Cardoso   

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