Por César Raineri, desde Las Flores.-
Exultante, Cristina recibió a una deshilachada delegación argentina que retornaba de
Londres 2012. Hizo un enorme y fracasado esfuerzo por mostrar el
"adelanto" argentino en desarrollo deportivo, logrado con el
"infalible" modelo de inclusión. Desafortunadamente, algo le pasa a la
presidente o sus asesores son de madera.
La cosecha de medallas para Cristina son un éxito rotundo y se animó a compararla con juegos anteriores, claro que escamoteando aquel en el que Argentina consiguió la
mayor cosecha de su historia: Ámsterdam 1928 y Londres 1948, en
ambos 7 medallas. También podría haber tomado la evolución del medallero
durante la gestión K, que involucra tres olimpíadas: Atenas 2004, Pekín 2008 y
Londres 2012 con la particularidad de que en Atenas cosechó la mayor cantidad de
Medallas. Argentina no había entrado en el crecimiento del modelo.
Pero hagamos un poco de historia olímpica para saber de qué habla Cristina.
Cuando el
Barón Pierre de Coubertin lanzo la idea de los juegos, años antes Francia había
salido de la guerra franco prusiana muy mal trecha, el barón pensaba que se
había perdido esa guerra por la falta de preparación. Es entonces cuando
declaró sin sonrojarse " el joven deportista se siente mejor preparado
para ella (la guerra) de lo que estuvieron sus mayores". El Barón la tenía
clara y lejos estaba de planear un encuentro para la paz y la fraternidad, mito
que se enseña incluso en las escuelas. Las olimpiadas fueron un hecho de guerra
y creadas para mejorar su formación, de allí que la educación física tenga un
origen estrictamente militar. Coubertin no tenía nada de humanista y sí de
pedagogo: formar en la guerra.
El capitalismo, básicamente violento, cooptó estos juegos que se fueron
degradando hasta convertirse en un
extraordinario negocio.
Lejos de expresar un encuentro de deportistas saludables y que confraternizan, los juegos son una degradación de la más básica necesidad humana: el movimiento
ligado a la posibilidad de mejorar la salud. Nada de
esto puede ser cumplido. Veamos.
A las
corridas pesqué algunas cuestiones que demuestran aquella decadencia deportiva:
el equipo británico de ciclismo se tiró en una largada en pista para forzar una
nueva partida y ganar la medalla; cuatro parejas de bádminton fueron
descalificadas por ir a menos y evitar cruces con parejas fuertes; lo mismo
sucedió con el partido de básquet entre España y Lituania donde los españoles
fueron ganando y en los últimos minutos,
según declaran los especialistas, se dejaron ganar para evitar a EEUU. Seguramente
debe haber muchos casos más. Por el lado de la salud es una de la hipocresías
más notables. El doping se calcula que involucra a un 80% de atletas de alto
rendimiento. Para ganar o mejorar hay que doparse, generando un negocio
extraordinario con los laboratorios que a su vez aportan la droga para
enmascarar a los estimulantes. Los avances de la fisiología del entrenamiento
deportivo ha dado lugar a la producción de creatina en forma sintética que se vende
como aspirina o las transfusiones de sangre para proveerse de Eritropoyetina
(EPO), una hormona que genera glóbulos rojos y mejora la resistencia. Son moneda
corriente aún en el mediano rendimiento. Imaginemos el rendimiento olímpico. Un
dato patético y explotado con una enorme veta de sensacionalismo barato se
presentó con el caso Pistorius, un velocista sudafricano que corre con la
desventaja de ser un amputado y con la ventaja de la tecnología de punta
habilitando a futuro la posibilidad de correr con cualquier elemento mecánico. Una limitación motora severa se resuelve así con una discrimación, que la genera la limitada posibilidad de acceso a las tecnologías que producen las grandes corporaciones. No se puede explicar
entonces que si hay que eliminar las discriminaciones e igualar, cómo es que no se hace una sola competencia Olímpica donde las mujeres y los varones
corran y se enfrenten en una sola categoría. Esto lo explica que si así fuera el negocio se achicaría brutalmente. Esta discrimación fue aceptada abiertamente por Gisela
Dulko, quien luego de perder en doble mixto al tenis con Del Potro, le recriminó que no le hubiera tirado a Lisa Raymond, integrante de la dupla
norteamericana, sin aflojar el golpe!.
Pero la
historia olímpica tiene perlitas interesantes que son silenciadas, por
ejemplo, el modelo más exitoso de
desarrollo deportivo en la historia fue el de la URSS que recién en 1952 se
presenta por primera vez y durante 9 olimpiadas logró superar a EE.UU. con 815
medallas contra 700 de los norteamericanos. Esto muestra que las economías
planificadas, aún gobernadas por una burocracia, dieron extraordinarios saltos
de rendimiento. Hoy, China impulsa un proyecto conocido como 119 (medallas a
alcanzar en los próximos juegos).
El modelo K de desarrollo olímpico que no pudo superarse en Londres se apoya
desde hace dos años en un impuestazo a lo Kirchner que grava los abonos de la
telefonía celular. Este impuestazo tuvo el apoyo de toda la oposición, incluso
de Macri. Se recauda así unos 180 millones de pesos por año
que es manejado por el Comité Olímpico Argentino, hoy dirigido por Gustavo
Werthein, propietario a su vez de Telecom y parte de la telefonía celular del
país; es decir, el mismo que recauda ese impuesto a través de sus empresas lo distribuye luego desde
un organismo del estado. Ciccone queda a la altura de un poroto. Pero es peor
aún, ya hay denuncias por la forma en que se cobra -1% sobre los abonos-, ya
que se lo liquida tomando también el consumo, lo que infla aún más la
confiscación que pagan los desocupados, laburantes precarizados y jubilados de
mínima, entre otros.
Pero si esta caja que arma el estado para sostener a deportistas de élite
parece enorme, es nada al lado de lo que se dilapida en un negocio superprivado
como el fútbol y el automovilismo, que se nutren de unos 2000 y 500 millones
cada uno, deportes que podrían autofinanciarse.
Mientras tanto, los trabajadores argentinos tienen cada vez más cerrado el
acceso a los deportes como forma de entretenimiento y salud, a consecuencia del costo de los campos
deportivos privados que cuentan con medios tecnológicos desarrollados, como el césped
sintético, mientras el estado subsidia con la plata del pueblo a un grupo de élite de alto rendimiento. Crismanich, un desconocido atleta hasta que
clasificó para las semifinales en su especialidad, será premiado con 150 000 pesos; las Leonas, 700
000 y Del Potro, 60 000, fondos que bien podrían ser utilizados para el conjunto
de la población.
El deporte de alto y mediano rendimiento no sólo ha dejado de ser saludable, sino que representa los intereses de corporaciones que lo utilizan para vender
desde ropa hasta maquinas, para gimnasia de dudosa eficacia científica.
Los
juegos Olímpicos son parte de este entramado.
Los
trabajadores deben exigir que se
garantice la práctica deportiva en cualquiera de sus formas y
gratuitamente como parte de su derecho a una vida saludable y si de
competencia se habla la historia no oficial señala que en Barcelona 1936 se
iban a realizar juegos olímpicos populares en contraposición a los de Berlín
(bendecidos por el mismísimo Coubertin). El estallido de la guerra civil los
postergó para siempre.