miércoles, 29 de mayo de 2013

Cristina Fernández lanzó el operativo de apropiación de Mariano

Prensa Obrera (1269) |

El martes 14, al cerrar un congreso por la “democratización de la Justicia” en la Universidad de La Matanza, CFK lanzó oficialmente la campaña para apropiarse de la imagen de nuestro compañero Mariano Ferreya, con vistas a su uso en la las elecciones. Para eso alegó que Néstor Kirchner aportó el testigo que resolvió el juicio. Ni más ni menos. Se obtuvo así, según ella, una condena de la patota sin lucha, casi en forma indolora e imperceptible. Los K, que ejercen la profesión de farsantes, son inmunes al ridículo.



La Presidenta se refirió al testimonio de Alejandro Benítez, introducido por el intendente de Quilmes como un ‘arrepentido’, que integraba la patota asesina. Benítez fue acogido en el máximo nivel del programa de protección de testigos.

Kirchner rastreó a Benítez entre los punteros oficialistas. Al igual que Favale, que frecuentaba las peñas K, Benítez se movía en esos mismos círculos. El uso político de esos elementos siempre permite entregar a alguno para que se ‘arrepienta’. En el juicio se reveló que Benítez estaba apadrinado también por el ex subsecretario de Transporte Ferroviario, Antonio Luna, aunque en la masacre de Once Luna no tendrá un ‘arrepentido’ para arroparse. Otro testigo lo señaló como uno de los cabecillas de los patoteros y aseguró que estaba armado. De ser así, el ‘testimonio’ esconde a un reo. El TOC 21, al final, ordenó que se investigue la participación del ‘salvador’ como posible coautor del asesinato de Mariano.

Con el apresurado ‘aporte’ de Benítez, el oficialismo buscaba hacer un control de daños por la crisis política desatada por el crimen de Mariano. Objetivamente, operó como cómplice político del crimen -entregar perejiles para salvar a los instigadores y responsables. Por eso ordenó a la fiscal de ese momento, Cristina Camaño, iniciar una cacería de brujas contra el Partido Obrero. Nuestro compañero Jorge Altamira advirtió a la jueza Wilma López contra esa tropelía. La Presidenta rechazó tomar medidas políticas inmediatas, a su alcance como jefa de Estado, para desmantelar la trama de intereses empresarios y sindicales responsables del crimen (Tomada, Schiavi, Aníbal Fernández, Cirigliano, Roggio, la jefatura policial). Roggio acaba de manifestar su elogio a Videla. El oficialismo se empeñó en preservar a la burocracia de la lista Verde y a los concesionarios del ferrocarril.

Antes de mencionar a Mariano, CFK se había referido al atentado a la Amia, la desaparición de Marita Verón, el asesinato de Sebastián Bordón y otros crímenes impunes. “Lo curioso de los casos que enumeré es que se produjeron durante los años ’90, 2001, 2000 (…) Solamente el crimen de Mariano fue una semana exacta antes de que él (Kirchner) partiera”. El discurso oficial acostumbra, por momentos, a caer en el pozo del misticismo. Es una forma de justificar la impunidad.

El relato presidencial dejó en el camino a Julio López y a los más de veinte asesinados en protestas desde 2010, y a las víctimas del gatillo fácil.

El operativo de apropiación de Mariano, por parte de enemigos jurados del partido y de las ideas de Mariano, está en marcha. En ese caso se convertiría su asesinato en “un crimen de la violencia” y no, como fue, un crimen político contra la clase obrera. Los K repudian el antagonismo de clase, no pueden entender qué quiso y a qué aspiró Mariano. No podrán alterar el apellido político de familia de nuestro compañero, que será siempre la IV Internacional. Es el nombre que Mariano tiene registrado, definitivamente, en el libro de la historia de la clase obrera.

Jacyn

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