domingo, 24 de junio de 2012

Cristina contra los trabajadores

Por Nestor Pitrola; en Perfil.com



El Gobierno llegó muy lejos, no contra Moyano sino contra los trabajadores. El comité de crisis contra la huelga camionera, que incluyó al comandante de la Gendarmería, recordó las peores épocas de ataques al movimiento obrero.
Les dictaron la conciliación obligatoria, amenazaron con la intervención del sindicato, luego aplicaron la Ley de Abastecimiento –destinada a la especulación empresarial–, mandaron la Gendarmería a distribuir combustible, presionaron a la patronal de cargas para que sacara los camiones con carneros, les abrieron causa penal a Moyano y al hijo, multaron al sindicato por 4 millones de pesos y, finalmente, De Vido amenazó con aplicar la Ley de Hidrocarburos redactada contra posibles maniobras de Repsol. Una batería antiobrera, no antiburocrática.
Pocos destacan la manera fulminante en la que los camioneros pararon el transporte de combustibles en todo el país en 45 minutos, expresión de las sentidas reivindicaciones en juego.
La huelga despertó, además, una enorme simpatía en el movimiento obrero por el reclamo del 30% de aumento y por la exigencia de incremento en el mínimo no imponible de Ganancias y la eliminación de los topes en los salarios familiares.
Sin dudar un minuto, nuestras agrupaciones clasistas se colocaron en el campo de la defensa –y extensión– de la huelga. Lo mismo el Partido Obrero como fuerza política.
El discurso “progre” de los Mariotto y La Cámpora, quienes súbitamente se acordaron de los “consumidores” que no tendrían nafta, es un burdo encubrimiento del ataque a la huelga que defiende al mayor colectivo de consumidores del país, que son los asalariados y jubilados. El Gobierno tiene por objetivo asegurar paritarias a la baja como único elemento de “estabilización” frente a la desorganización económica y el desmadre inflacionario en curso. Los jubilados serán alcanzados por la caída de sus actualizaciones basadas en los índices de aumento de salarios y de la recaudación que está en picada.
Por eso defraudó la firma de Moyano por cuotas que suman 25,5% hasta marzo del año que viene, pero que promediadas dan un 19,1%, en línea con lo comprometido por CFK ante la UIA en la campaña electoral.
Moyano tuvo a sus pies al Gobierno, desesperado porque las usinas eléctricas quedaban sin fueloil en 12 horas más, y porque el operativo de Gendarmería fue un fiasco. No quiso ir a fondo para romper los topes salariales y transformarse en un punto estratégico de reagrupamiento para todas las paritarias que faltan –130– y para la reapertura de las que firmaron por chirolas. El mismo lo dijo: “El problema no es el salario”, sino el impuesto a las ganancias.
Al firmar y levantar el paro, Moyano clausuró el proceso de paritarias y desarmó al movimiento obrero para la próxima etapa de la “sintonía fina”, o sea de los tarifazos. Lo desarmó, cuando está en curso una tenida devaluatoria que puede alimentar la hoguera de la inflación, sin incluir cláusula alguna de actualización.
Dejó en la estacada a los subtes y ferroviarios cuyas paritarias fueron postergadas para agosto mediante una exigua cifra del 15%. También les quitó “espaldas” a luchas fabriles salariales como las de los gráficos de La Nación e Interpack o a las plantas de la alimentación que pugnan por un aumento del 35 o 40%, mientras Daer les firma por cuotas insuficientes.
Moyano, que pretende escindir seccionales de Luz y Fuerza de cara al congreso cegetista, “colgó” a las seccionales combativas de este gremio.
Se confirmó en este episodio que la disputa que llevará a la CGT a la fractura no tiene como eje romper el cepo salarial, tampoco por parte del moyanismo.
El Gobierno quiere una central obrera para sí, carente de toda autonomía, y Moyano se anota “acumulando” para Scioli o “articulando” con una oposición –Macri, radicales, Binner– que comparte la orientación del ajuste. El moyanismo es una variante de la vieja burocracia sindical.
Así las cosas, el paro nacional camionero del miércoles 27 y la “jornada de movilización” que lanzan los gremios de su CGT son un emergente de una crisis y una expresión limitada, acotada, de las enormes tendencias huelguísticas que anidan entre los trabajadores para no pagar los platos rotos de la crisis capitalista y del derrumbe de la política kirchnerista. Derrumbe que pinta de Rodrigazo –el estallido cambiario e inflacionario de 1975– y que replanteará la lucha obrera y popular más temprano que tarde.
La Coordinadora Sindical Clasista que orienta nuestro partido, abarcativa de cuerpos de delegados y seccionales de gremios de todas las centrales, se movilizará a la Plaza de Mayo con banderas propias, incluso para que sean precisados los reclamos.
No aceptamos una actualización de Ganancias en un 18-20% que consolide la confiscación, por la actualización del “no imponible” a $ 15.000; que el salario familiar sea para todos, pero de $ 700 por hijo. Contra todo tope salarial, por un salario equivalente a la canasta familiar y su actualización por inflación real.
Ningún despido; reparto de horas disponibles sin afectar los salarios ante suspensiones o despidos.
Es claro que el porvenir de los reclamos requiere una orientación sindical y política independiente para la clase obrera y los trabajadores. El Partido Obrero en el Frente de Izquierda moviliza con esa perspectiva y reclama un congreso de bases del movimiento obrero.

*Dirigente nacional del Partido Obrero y miembro de la Coordinadora Sindical Clasista.

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