jueves, 13 de octubre de 2011

Circuito Camps

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JULIO LÓPEZ Y ADRIANA CALVO ¡PRESENTES!.
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En la jornada del martes último, el Tribunal que preside el juez Carlos Rozanski proyectó las declaraciones del compañero desaparecido en 2006 y la histórica militante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), ambos víctimas del aparato represivo de La Plata y la región. Para el día siguiente se esperaba el de “Chicha” Mariani, abuela de Clara Anahí, a quien busca desde hace 35 años.
Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La Plata
Información de la jornada del martes 11. 
(11OCT2011) - La novena jornada del juicio a los represores del “Circuito Camps” concluyó con la proyección audiovisual de los testimonios de Adriana Calvo, militante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) fallecida en diciembre pasado, y  Jorge Julio López, el albañil desaparecido durante el proceso judicial que condenó a reclusión perpetua al ex comisario Miguel Etchecolatz, mano derecha del ex jefe de Policía Bonaerense, Ramón Camps, en 2006.
La audiencia comenzó a las 13.45 ante una ex Amia colmada de militantes de derechos humanos, estudiantes de la UNLP y público en general que asistió al recinto para escuchar los primeros testimonios del debate oral en el que se juzga la responsabilidad de los veintiséis imputados, quienes prestaron funciones en la Comisaría Quinta, el Destacamento de Arana, la Brigada de Investigaciones de La Plata, Puesto Vasco, COTI Martínez y la Brigada de San Justo.


En primer lugar, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 resolvió la proyección de la declaración que Adriana Calvo hizo en el marco del juicio a Etchecolatz, en el que exhibió la base de datos construida por la AEDD respecto a ocho Centros Clandestinos de Detención (CCD) que formaron parte del denominado “Circuito Camps”, donde “estuvieron secuestradas 1486 personas, de las que 25 hoy son jóvenes que nacieron en cautiverio” y sólo nueve lograron recuperar su identidad.
La testigo, quien dio a luz en cautiverio en abril de 1977, había sido secuestrada a principios de ese año de su casa de Tolosa y, para entonces, se desempeñaba como profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y era activa militante del gremio de docentes universitarios que funcionaba en la clandestinidad. Según relató en 2006, el operativo de detención fue ejecutado por ocho civiles que irrumpieron en su domicilio, quienes la llevaron hacia el Destacamento de Arana junto a otros compañeros que también habían caído esa noche.
“En Arana se torturaban a dos o tres en simultáneo desde el mediodía hasta la noche, con un descanso a la mañana muy temprano”, refirió Adriana en relación al CCD “destinado específicamente para las torturas”, donde llegó a estar junto a cinco o seis personas en un mismo calabozo. Y agregó: “allí se podían escuchar las preguntas de los interrogatorios y recuerdo que lo único que les interesaba (a los policías) eran los nombres de los compañeros y dónde estaban”.
“El coronel lo quiere ver”
“Hoy puedo asegurar que los guardias nos controlaban todo el tiempo y que era personal de la policía de Buenos Aires”, dijo la testigo en el juicio a Etchecolatz. Habló de turnos rotativos en la Comisaría Quinta, una vez que fue trasladada allí, y de que “al menos una vez por semana venía la patota”. “Un día reconocí a uno que me  había interrogado en Arana porque usaba un perfume profundo y era muy prolijo en su forma de hablar y vestir”, señaló. Se refería, sin más, a quien estaba al mando de aquella “patota”.
-Dale, dale, trae vos la comida que se van a morir de hambre.
Adriana describió las condiciones infrahumanas de detención a las que estaban sometidos y puntualizó en la reticencia de los guardias a ir en busca de la comida, además del pase de lista cotidiano a través del cual daban el presente.
Otra de las grandes referencias del relato de la testigo vinculó a Inés Ortega, una compañera de cautiverio de apenas 17 años que llevaba un embarazo un poco más avanzado que ella. “Inés tenía un trato especial en un calabozo aparte, usaba cepillo de dientes y la ayudábamos porque no tenía experiencia”, afirmó en relación al primogénito que la joven esperaba.
-Después de muchas horas, los guardias entraron a la celda junto con Bergés y la llevaron a Inés. La subieron a la mesa de la cocina y, tabicada, tuvo a su bebé. Escuchábamos perfectamente los insultos (durante el parto) y luego ella fue llevada con Leonardo a la celda.
La testigo describió con lágrimas en los ojos el momento en que Inés le contó que había tenido un varón que se llamaba Leonardo, como así también las palabras textuales que le dirigió un guardia:
-El coronel lo quiere ver.
Y, sin embargo, horas después, su compañera regresó sola al calabozo. “Al bebé ya lo tenían destinado”, sugirió Adriana.
Leonardo Fosatti, hijo de Rubén Leonardo e Inés Beatriz Ortega, recuperó su identidad en 2008 y la testigo lo describió como “un hermoso joven con el que tuve una charla veintinueve años después, hermoso como su papá y su mamá”.
Parir en cautiverio
Adriana comenzó con el trabajo de parto el 15 de abril de 1977 en las mismas condiciones que su compañera: tirada en el piso y tabicada; aunque el parto se produjo en un automóvil, mientras era trasladada hacia otro centro clandestino.
-Pararon en la banquina, me ataron el cordón umbilical con un trapo y siguieron por Camino General Belgrano. Doblaron a la izquierda muy rápido, había muchos pozos y se me cayó la venda, a la que pedí por favor que me devolvieran y no lo hicieron.
La víctima ya había parido una beba a la que llamó Teresa y no tuvo duda de que la estaban llevando al CCD conocido como Pozo de Banfield, donde vio a Bergés luego de subir la “famosa escalera de cerámicos rojos de la que todos hablaban, como si fuera la escalera del infierno”.
-Sacate el tabique, ya no te hace falta.
Bergés la hizo pasar a una habitación, donde la sentó en una camilla, la obligó a juntar su propia placenta en un balde y a fregar el piso a la vista de los guardias, quienes la observaban desnuda. Luego fue inducida a enjuagarse el vestido y a ponérselo como estaba.
“Aquel 19 de abril dormí por primera vez en una cama con colchón y frazadas. Lo hice profundamente y me desperté porque Teresa se había ahogado con las flemas, casi se muere”, recordó Adriana. Y añadió: “Cuando se hizo de día me subieron hacia a una celda y me cerraron la puerta, quedando yo con mi hija en brazos”. Fue allí donde escuchó la voz de Patricia Uchanski, una compañera que había conocido en Arana.  
Por último, la víctima hizo mención a otros dos nacimientos en cautiverio y a “la enorme solidaridad” de sus compañeras de celda, quienes llegaron a dejar de comer para que pudiera alimentar a su beba. “Una vez los guardias entraron para llevarse a Teresa, yo la agarré muy fuerte y ellas, que eran alrededor de veinte, formaron una muralla que hizo que hoy mi hija esté conmigo”, concluyó.
Ahora y siempre
La proyección del testimonio de Jorge Julio López comenzó pasadas las 17. En el juicio que condenó a Etchecolatz a perpetua, el testigo desaparecido había relatado su secuestro, ocurrido el 21 de octubre de 1976 en su casa de la calle 140 esquina 69. “Me subieron a un carromato, me vendaron los ojos, pero no se dieron cuenta de que yo veía”, dijo.
Según su declaración, Jorge Julio fue llevado al Cuatrerismo de Arana, donde fue torturado toda la noche. “Me di cuenta que estaba allí por el olor a chancho que se sentía”, aclaró. Allí vio a varios compañeros, entre ellos a Alejandro Sánchez y a Patricia Del Orto y a su marido, ambos torturados ferozmente, a quienes espió a través de la mirilla del calabozo donde permanecía cautivo.
-El 10 vino la patota y en las celdas nos tiraron a todos juntos, y recuerdo que Patricia me pidió que cuando viera a sus padres les dijera que la había visto. “Vos sos el único que puede salir de acá”, me dijo.
A Patricia y a su marido los fusilaron y Jorge Julio fue testigo del hecho. “Uno de voz gangosa fue el que los mató a ellos y a otros más, y si lo llegan a encontrar llámenme que lo voy a reconocer”, solicitó en aquella oportunidad al Tribunal presidido por el juez Carlos Rozanski.
Asimismo, el testigo desaparecido mencionó a Francisco López Muntaner, una de las víctimas de la denominada Noche de los Lápices, quien para entonces “no podía ni levantarse”.
-¿Cómo te llamás?
El joven estaba tirado en el piso y no respondió.
-¿Cómo te llamás? –insistió el guardia- ¡Levantate!
-López Muntaner –la voz era entrecortada.
-¿Sabés quién es éste? El chico de los boletos…buscale algo caliente porque se va a morir.
-Ma sí, dejalo que se muera –dijo un rubio calvo.
Por otro lado, Jorge Julio aludió a un compañero con quien compartió cautiverio de apellido Cano, junto al que lo picanearon una vez y quien fuera golpeado en la cabeza con un bastonazo y curado posteriormente mediante la orina. Entre otros detenidos, también mencionó a Sánchez, Gigena y a Julio Mayor.
Según su testimonio, el entonces militante de una Unidad Básica de la agrupación Montoneros estuvo detenido ilegalmente entre octubre de 1976 y el 4 de abril de 1977, día en que fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y trasladado a la Unidad Penal N° 9, luego de haber pasado por Cuatrerismo de Arana, Pozo y las Comisarías Quinta y Octava.
Vale destacar que el testigo desaparecido logró identificar en aquella declaración de 2006, no sólo al sino a Etchecolatz sino a Hugo Alberto Guallama, chofer del ex comisario y jefe de la Policía Bonaerense que le efectuó traslado, y al monseñor Antonio José Plaza.
Tanto la proyección del testimonio de López como el de Calvo se desprenden de la decisión del TOF N° 1 que resolvió incorporarlos a la megacausa que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en seis CCD que funcionaron bajo el mando de Ramón Camps.
La jornada finalizó con aplausos y el típico cántico “Como a los nazis/les va a pasar/adónde vayan los iremos a buscar”  y se reanudará con el testimonio de María Isabel Chorobik de Marianni.

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