Que oímos cantar y nunca vemos
Desde hace ya algún tiempo, las
problemáticas que aquejan al estudiantado han despertado en él la necesidad de hacer oír sus
reclamos. Las pésimas condiciones edilicias son un factor determinante del levantamiento de los jóvenes, como así
también las leyes cuyos dictámenes los perjudican notoriamente.
La aparición de varios centros de
estudiantes en Azul ha contribuido a que se empiecen a hacer visibles los
problemas comunes a todas las instituciones. Desde ellos, los alumnos han
podido plantear la unión estudiantil como paso decisivo para afrontar las
erradas decisiones del Estado en materia educativa.
El año pasado, en nuestra ciudad fuimos
testigos de la toma de un instituto terciario, lo que demostró la capacidad de reacción
del alumnado frente a las injustas circunstancias ocasionadas por el Estado
municipal. Este hecho no fue casual, ya que acciones de este tipo ocurrieron en
todo el país. ¿Qué sucede con los
institutos terciarios? Son el
eslabón más débil de la educación argentina. Las degradantes leyes educativas
aprobadas durante los gobiernos menemistas y kirchneristas han destrozado la
educación pública, surgiendo como gran ganador el capital de los inversores de
la educación privada. En los institutos de este nivel de la enseñanza rigen las
Leyes de Educación Superior del menemato (1995) y la Ley de Educación Nacional
(2006) del régimen nac&pop. La primera de ellas plantea que las provincias
deben hacerse cargo del presupuesto educativo, lo que estimula la
descentralización. Es decir, por un lado el Estado nacional se desvincula del
mantenimiento de la educación pública de nivel superior y, por el otro, genera
diferencias en la oferta entre las provincias de mayores y menores recursos. La
ley nacional de educación kirchnerista no alteró los criterios de descentralización,
sino que profundizó las diferencias entre provincias y municipios, en general
quebrados. Así, se hace casi imposible la construcción de edificios propios y
adecuados, para los terciarios.
Uno de los debates más comunes que se
plantea el estudiantado en general gira en torno a ¿cuál es la posición que debe tomar frente a la privatización de la
educación? Para analizar este fenómeno, debemos retroceder en la historia y
poner bajo examen un proceso que empezó a tomar forma en los setenta, en todos
los países del mundo, bajo el auspicio del Banco Mundial. La llamada “Reforma Educativa”. La misma hizo
de la educación un negocio que puso en manos de los empresarios mediante el
desfinanciamiento de la educación publica y la profundización de la educación
privada. Esta reforma fue avalada con el argumento de “ligar la educación al
trabajo”, básicamente para modificar los planes de estudio al auxilio de las
necesidades de los empresarios y los monopolios. Un modelo disciplinario
planteado con total frialdad hacia la esclavitud social de los jóvenes, una vez
graduados. Completando el combo de lo mencionado anteriormente, el negocio de
la privatización cuenta con herramientas sumamente útiles y necesarias para
profundizar y perfeccionar el método. Son una garantía del crecimiento de la
educación privada las expulsiones constantes en las instituciones públicas,
como así también los exámenes de ingreso, los bochazos, las materias de filtro,
los cupos etc.
La consecuencia de esa reforma es, entre
otras cosas, la multiplicación de las necesidades de la educación pública no
cubiertas por el Estado y la proliferación de colegios privados que de la mano
de los subsidios estatales ya son más de la mitad del sistema educativo.
En el año 2010, los estudiantes rechazaron
las políticas estatales a través de un programa de lucha estudiantil con más de
40 colegios tomados. Esta disputa entre los estudiantes independientes y el Estado
fue quebrada con la aparición de agrupaciones directamente patrocinadas por el
gobierno, las que destruyeron este plan de reclamo por una educación digna. Fueron
agrupaciones como La Cámpora las que tomaron la posta al momento de devastar
los movimientos estudiantiles que se caracterizaban por tener un método claro y
conciso de reclamo frente al Estado.
En conclusión, el Estado ha avanzado en
la profundización de un modelo político cuyo contenido social es sumamente
capitalista. Es el fracaso general en un intento fallido de contraponer un
atraso histórico del país, por parte de una tentativa nacionalista de carácter
burgués. En este contexto, el programa estudiantil no puede ser otro más que la
defensa del financiamiento en la educación pública y gratuita. La organización independiente
de la juventud contra los nacionalismos destructores de la educación es el
medio que debemos tomar. La alineación de los centros de estudiante es una
herramienta clave. Los estudiantes hacemos política, porque hacer política es
estimular la conciencia de nuestros pares, luchar por las becas, las viandas, y
somos testigos de que todos estos derechos estudiantiles que no se respetan se
consiguen arrancándoselos al estado. Debemos entender la realidad de este
sistema económico y social. La desocupación, el trabajo en negro, la
devaluación de los salarios, son un factor significativo para poder enfrentar
las problemáticas que nos aquejan a nosotros, los alumnos. Cuando la
organización inminente de los centros de estudiantes decide actuar de manera
consciente, elevando nuestros reclamos; cuando vemos en la situación en la que
estamos sumergidos, las autoridades nos obligan a replegarnos, a no hacer
política; pero cuando analizamos porqué nuestros compañeros no pueden asistir a
clase ¿no estamos haciendo política? Los jóvenes la practicamos porque no
queremos que ningún ciudadano se quede sin estudiar; lo hacemos, porque de lo
contrario los intereses empresariales en conjunto con los de nuestros
gobernantes nos dejan sin educación y
ésta pasa a ser un privilegio sectorizado como ocurre comúnmente en diversos
países de desarrollo capitalista. Es por eso que debemos luchar contra los intereses
de unos pocos y defender el derecho de todos.
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