domingo, 1 de abril de 2012

De punteros y patotas



Por Chinaski
El sábado pasado se cumplieron 36 años de la última dictadura militar. En Capital Federal , marchó por un lado la izquierda convocada por Encuentro Memoria, Verdad y Justicia y, por el otro,  el kirchnerismo.
Lo más sobresaliente estuvo en la marcha K y, particularmente, en la alianza de la Juventud Sindical y la JP Evita, que buscan disputarle el poder a La Cámpora.

Esto demuestra el agotamiento del modelo, la ruptura interna del Kirchnerismo y cómo sus fuerzas se dividen para acaparar poder político.

La división de aguas se puso de manifiesto en los incidentes que se produjeron en el seno de esa manifestación. En la 9 de julio se produjeron choques entre la JP Evita y el movimiento Barrios en Pie de Libres del  Sur. Según la crónica de algunos medios,  Libres del Sur eligió marchar con la izquierda y cuando lo hacía se cruzó con la JP Evita que en un intento por echarlos dirigieron amenazas  y golpes e incluso se vio a uno de sus militantes portar un revólver con total impunidad.

Barrios en Pie  es un agrupación a lo “German Peka”, es decir, ex k que se ha decepcionado con alguna de las acciones demagógicas del modelo Nac&Pop. En este caso, esta agrupación salió a repudiar abiertamente la Ley Antiterrorista y el Proyecto X, soltándole la mano definitivamente al Kirchnerismo.
Las acciones de la JP Evita son totalmente repudiables, llegan a un límite. Un arma en una manifestación de este tipo puede llevar a una tragedia.

Lejos de ser militantes, son verdaderos punteros políticos a merced de que le bajen planes sociales o bolsas de alimentos, los que cambian por sus “servicios” al “poder”.

Así funciona la microfísica del poder oficialista. Muchos de estos punteros son pagos u ocupan cargos públicos y a su vez se ocupan de organizar las patotas que, en la mayoría de los casos, pertenecen a las Barras Bravas del fútbol argentino.

En nuestra ciudad, tenemos el  ejemplo de las elecciones pasadas. Un grupo de “militantes” de la Juventud de Moyano agredió  a los militantes del PO que se encontraban pegando carteles, propinándole  a uno de ellos un palazo en la cabeza, por el cual tuvo que ser derivado al hospital municipal.

El autor de este acto de violencia hoy es funcionario público  y se pasea por los pasillos de la municipalidad sin que lo haya alcanzado ninguna sanción, ni política, ni judicial.

Los hechos de violencia se producen desde el seno de una política clientelar que es consecuente a un modelo que se está agotando y de ningún modo obedecen al carácter que le intentan adjudicar sus defensores, cuando los trivializan calificándolos de “aislados”. No son espontáneos. Son la consecuencia de una política de punteros y patotas que nace y se organiza en el poder  estatal, pieza fundamental  en el armado de un rompecabezas semejante.

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