jueves, 16 de febrero de 2012

MIENTRAS CAMINABA ...



LOS TRABAJADORES VIENEN MARCHANDO



Publicado en Noticia en Foto Texto de Silvio Randazzo. 
En el sitio, con imágenes contundentes. Fotografías que pueden verse allí y fueron tomadas por la cámara de Héctor García.


[Febrero 16/2012, 01:40 horas]


LOS TRABAJADORES VIENEN MARCHANDO
Durante el trayecto que cubrió la manifestación encabezada por los empleados de Papelera Azuleña desde la Municipalidad hasta los Tribunales, el cronista de Noticia en Foto supo reflexionar sobre diversas cuestiones que hacen al magro presente de estos trabajadores azuleños.

Por Silvio Randazzo/ Redacción de NeF

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Azul-Buenos Aires.- Mientras caminaba rumbo a Tribunales consideraba lo mucho que nos cuesta, a los azuleños, caminar por el otro, atisbar la chance de que, en algún momento, ese otro puedo ser yo.
Mientras caminaba, a mi mente vino el encuentro fortuito con Miguel, trabajador de la Papelera, la noche anterior. Reconstruí sus ojos llorosos, afligidos pero, a la vez, rabiosos, y su esfuerzo por no esclarecerme por completo su impotencia y su penuria, esa mezcla rara de desamparo total que provocan algunas muertes con energía motora que obliga a no ceder.

Mientras caminaba –acalorado y en silencio-, ensayaba una reflexión sobre la agónica decisión de Cristian Lara. Intentaba preguntarle a él si esa cuerda al cuello no significaba abandonar a sus hijos y doblar en la primera esquina que la cobardía brindó. Inmediatamente, mi mano inserta en el bolsillo derecho tomó conciencia de algunos billetes que la rozaban y la vergüenza cacheteó sin clemencia a mi imprudente dictamen. Porque esos pocos billetes míos forman parte de un sueldo pago al día, porque la comida se sirve diariamente en mi casa y no debo esperar, afligido, una donación comunitaria para entusiasmar al paladar, porque en esa misma casa, el confort básico necesario todavía está a mi disposición y porque, después de todo, el Manual de Recetas Infalibles para sobreponerse a una vida indigna, aún no está en la batea de librería alguna.

Mientras caminaba, una bandera de la Universidad del Centro se interpuso brevemente en mi camino. Contemplarla tuvo como eco interno la ponderación, una vez más, de la educación como instrumento de emancipación (aunque parcial), como herramienta para pugnar después por ser un trabajador independiente, sin necesidad extrema de someterse a una patronal que, sin pudor, resguarda antagónicos intereses a los de sus empleados, apañada por un sistema siamés, gemelo, que comparte su condición de vil. Un sistema que, claro está, ningún gobierno argentino se animó a destruir.

Mientras caminaba, y a propósito de lo antes dicho, planteaba “pa’ mis adentros” por qué los trabajadores de Papelera padecen esta miseria si la planta está inmersa en el contexto de un gobierno popular. Y es que el empresario (¡bienvenidas todas las excepciones!) no es popular, es carroñero, savia de un sistema perverso que generó las condiciones para que millones de personas sientan que deben encadenarse al capricho de estos tipejos que ven en esas humanidades apenas un engranaje al cual mantener cautivo con un sueldo que obliga, mes tras mes, a volver a las tareas, ya que este entramado no desea una superación personal.

Mientras caminaba y el mediodía se erigía sin clemencia térmica, una flamante interpelación golpeó las vísceras: ¿en qué tramo de esta caravana estarán caminando los representantes de los productores rurales? Porque resulta difícil de admitir que esos loables “representantes del pueblo” hayan faltado a esta cita callejera. No se oyó el retumbe copioso de las cacerolas.

Mientras caminaba, ya a muy pocos metros del Palacio de Justicia, el espíritu del comunicado que el apoderado de Papelera S.A., Germán Vena, publicó recientemente en EL TIEMPO, también acudió a esta reunión de humildes reflexiones íntimas. Es que en esa nota, este señor hizo ver que la planta no producía (por ende, no recaudaba) por el capricho mal asesorado de esta veintena de trabajadores de hacer una toma y decidir no aplicarse a sus labores. Y tiene razón el apoderado: algunos, con tal de no gozar de la dignidad que otorga el poder trabajar, son capaces de elegir el suicidio. 

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