Panorama internacional y nacional
La situación internacional hacia fines de 1917 se
distinguió por su conflictividad. Europa se
vio envuelta en distintos conflagraciones como la Primer Guerra Mundial, la
Revolución Bolchevique, la agresión imperialista de catorce países al naciente
estado obrero ruso, los movimientos sociales en Alemania con el alzamiento
espartaquista entre 1918 y 1919, la República Soviética de Bela Kun en Hungría,
y la agitación obrera en Italia, España y Francia. En América
Latina llegaba a su fin la Revolución Mejicana, y en Nicaragua Augusto Cesar
Sandino encabezaba la lucha antiimperialista.
En el país, producto de la guerra del 14, la
economía agroexportadora se vio afectada cuando los precios internacionales
comenzaron a bajar y prácticamente se cerraron los mercados europeos. Por otra
parte se redujo drásticamente el flujo de los productos manufacturados que el
país importaba. La situación empeoró al aumentar la inflación y la
desocupación.
El primer gobierno de Hipólito
Yrigoyen enfrentó un panorama económico signado por la depresión entre 1914
y 1917, con la interrupción de inversiones extranjeras, una baja del valor de
las tierras, menores importaciones y desempleo. A partir de 1917 hasta 1921 hubo
un incremento de las exportaciones, más alimentos para Europa y desde 1922 hasta
1929 se produjo una prolongada fase de recuperación, en donde las importaciones
superaron a las exportaciones. En la industria frigorífica se agudizaron las
disputas entre los capitales de EEUU y los británicos. Los primeros llegaron
principalmente a través de Standar Oil, General Motor y Duperial.
12 de octubre de 1916 - Asunción de Yrigoyen como
Presidente
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Desde 1918 crecieron los puestos de trabajo en los
puertos, ferrocarriles, en las industrias metalúrgicas, frigoríficos,
construcción, etc. Antes de 1915, la sindicalización era baja, y
en la segunda década se produjeron cambios estructurales, como el
surgimiento de varias federaciones de industria, concentración de fuerzas,
extensión de las organizaciones, sindicalización de sectores medios, mientras
que el sindicato continuó siendo el lugar de participación de los inmigrantes.
La política que llevó adelante Yrigoyen hacia el movimiento obrero estuvo caracterizada por un intento de
establecer una nueva relación entre el Estado y los trabajadores. Incluía en su
proyecto la integración política de la clase obrera urbana, cambiando apoyo por votos, procurando limitar la influencia del
Partido Socialista entre los trabajadores. A la vez el poder de policía se
ejerció favoreciendo a unos y otros, intentando una conciliación entre el
capital y el trabajo, con una política destinada a que los sindicatos tuvieran
“acceso y comunicación con el gobierno”, con claras actitudes de “paternalismo
obrero”. Las posiciones del gobierno radical oscilaron entre el
arbitraje, las negociaciones y la represión.
Los arbitrajes se dieron en la huelga
de los obreros marítimos en 1916 por mejores salarios, donde peligraban las
exportaciones de las cosechas de cereales, y el gobierno se mantuvo neutral;
posteriormente, durante la huelga de los municipales de Buenos
Aires, el gobierno accedió al reclamo de la reincorporación de los obreros de
origen español; la misma metodología se aplicó durante 1917-18 en el conflicto de los ferroviarios. Mientras que la represión apareció
abiertamente en la disputa en los frigoríficos en 1917-18, en
los Talleres Vasena, en enero de 1919, durante la masacre de la Semana Trágica. Los sucesos continuaron con la
represión y las muertes proletarias durante 1921 en la Patagonia y en el norte santafesino en
territorios de La Forestal.
Desde 1916 hubo huelgas de obreros portuarios,
municipales, agrarios, frigoríficos, ferroviarios. En 1917 hubo 136.000
trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 138.000, pero en
1919 la cifra subió a más de 300.000. El 70 por ciento de los huelguistas
pertenecía al sector de los transportes, lo que también marcó una diferencia con
los movimientos de la primera década del siglo, que en su mayoría se daban en
pequeñas empresas.
Patagonia Rebelde: Detención de
obreros
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El conflicto en la empresa Vasena
La firma “Pedro Vasena e Hijos”,
convertida poco después en los “Establecimientos Metalúrgicos San
Martín-Tamet”, poseía un gran establecimiento metalúrgico que empleaba a 2500 trabajadores. La fábrica estaba ubicada en Cochabamba y
Rioja (donde hoy está la Plaza Martín Fierro). Su titular era descripto como un
“burgués próspero y despiadado”, y en 1919 estaba necesitado
de proteger sus ganancias de las causas que la primera guerra mundial había
engendrado: suba de precios de las materias primas y del petróleo.
El 2 de diciembre de 1918, los operarios se
declararon en huelga. Sus reclamos eran: aumentos de salarios, jornadas de ocho horas, premios para el trabajo
los domingos y horas extras, abolición del trabajo a destajo y reincorporación
de los compañeros despedidos a causa de las actividades gremiales.
El Departamento Nacional del Trabajo había hecho
lugar a los reclamos y dispuso satisfacer las demandas que fueron desoídas por
la patronal. La empresa intentaba seguir funcionando con obreros
rompehuelgas provistos por la Asociación Nacional del Trabajo, una
asociación de empresarios que junto con el embajador inglés quiso entrevistarse
con Yrigoyen, quien no los recibió y los hizo echar de la casa de gobierno
(1).
Los directivos no recibieron a la comisión de
huelga, rechazaron el petitorio, y en cambio contrataron a carneros y
rompehuelgas, con los que lograron mantener cierta actividad en los talleres.
Inmediatamente se instalaron piquetes obreros en las inmediaciones de la
fábrica. La patronal respondió reclutando a numerosos matones para
“proteger los bienes de la empresa” y les proveyeron armas.
Los huelguistas enfrentaron a los
“guardias blancos” de Vasena y se sucedieron incidentes, cada vez más
frecuentes y violentos, sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que
transportaban materiales desde los depósitos ubicados en Santo Domingo y Pepirí
hasta los talleres de Cochabamba y Rioja. Presionado por la empresa, el gobierno
nacional ordenó que fuerzas policiales custodiaran esos
convoyes. El conflicto entró en una espiral de violencia y el 24 de diciembre se
incendió el auto del propio Jefe de policía.
Luego, se conoció la clásica declaración de un
funcionario policial: “La restricciones y prohibiciones a la
policía para proceder con energía aun en el caso de ser injuriada o atacada a
pedradas, y la conducta insolentemente provocativa de los especulativos
turiferarios del obrerismo, fueron engendrando un fuerte encono y una cólera
sorda en los hombres de la repartición, que se desbordó en forma implacable,
inexorable, vengativa”. La dirección de Vasena despidió a los
huelguistas.
Entrada a los Talleres
Vasena
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Represión y resistencia
El 7 de enero de 1919, por la
tarde, 6 chatas que salían de los depósitos eran seguidas por gran
número de huelguistas, quienes acompañados de sus mujeres y de
sus hijos reclamaban a los carreros que abandonaron su papel de
rompehuelgas. “La caravana pasó frente a la escuela situada en la esquina de
Alcorta y Pepirí, donde desde algunos días antes habían quedado acantonados
veinte bomberos armados y diez ‘cosacos’ de la guardia de seguridad. Se inició
entonces un violento tiroteo, de origen incierto -ya que huelguistas y
uniformados se achacaron mutuamente la agresión-, que duró más de una hora. La
llegada de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores de seis
cuadras y patrullaron intensamente toda la zona puso fin al incidente. Un obrero apareció muerto a sablazos en medio de la calle y otros
cuatro fueron víctimas de los disparos -algunos en el interior de su propia
casa-; entre veinte y cuarenta heridos escaparon con vida y no hubo detenciones.
Las fuerzas armadas no registraron más que un herido leve”. (2)
Estos hechos provocaron en los medios obreros una
enorme indignación, que la prensa anarquista de La Protesta se
encargó de divulgar haciendo un llamado a los trabajadores "Sin
falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que
nunca. Esto no puede quedar en silencio. No! Y mil veces No! El pueblo no se ha
de dejar matar como mansa bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros;
Vengaos, hermanos! El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el
gobierno y por Vasena clama el estallido revolucionario. Espantemos las
gallinas, camaradas, y manos a la obra . . .". (3)
Alfredo Vasena “se dignó a reunirse con los
delegados gremiales en el Departamento de Policía y les ofreció la reducción de
la jornada laboral a 9 horas, un 12 % de aumento de jornales y admisión de
cuantos quisieran trabajar. Como la reunión se hizo larga, se decidió
continuarla al día siguiente en la propia fábrica. Los obreros
llegaron puntualmente a las diez, pero don Vasena se negó a reunirse
argumentando que entre los delegados había activistas que no pertenecían a su
plantel”. (4)
Imagen de la Semana
Trágica
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Los obreros armados de cierta paciencia conformaron
otra delegación que presentó el pliego de condiciones de los huelguistas. Vasena
prometió contestar al día siguiente y, a pedido de los obreros, ordenó que
dejaran de circular las chatas de transportes. Pero los hechos se iban a
precipitar.
Parte de la jornada del 9 de enero quedó reflejada
en La Prensa, en una crónica que planteaba que “todas las organizaciones obreras
manifestaron su protesta. La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más
lejos, proclamando la huelga general, y lo mismo hicieron al otro día la FORA
(5º C.) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que recorrieron las calles
en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la ciudad. Los comercios y
las fábricas cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido totalmente, y en
medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario recorrieron las calles,
enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones de huelguistas". (5)
Según las crónicas periodísticas, “las delegaciones
gremiales y una enorme multitud, en la que abundaban las mujeres y los niños, se
iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas: el de
los metalúrgicos, en Avda. Alcorta, y el centro socialista de la calle Loria.
Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo -estimado por fuentes
obreras en 200.000 personas- se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes,
conducidos a pulso y cubiertos por banderas rojas. Una vanguardia de 150
hombres, formaban la ‘autodefensa obrera’, iban armados con revólveres y
carabinas.
Imagen de la Semana
Trágica
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“Al acercarse a los talleres de Vasena los disparos
que desde allí se realizaban provocaron corridas y escenas de pánico entre los
manifestantes, exacerbando la excitación general. Mientras algunos grupos se
desprendían, otros se sumaban a los que desde la mañana sitiaban los talleres y
se tiroteaban con sus ocupantes. El resto siguió la marcha, uniéndose con los
que esperaban el paso de la columna de la calle Loria. La creciente agitación de los manifestantes se iba transmitiendo a los
barrios que atravesaban en su largo trayecto hacia la Chacarita. Numerosos
incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la tensión y fragmentaban la
marcha. Los grupos más exaltados se armaban saqueando las armerías, otros
prendían fuego a los tranvías abandonados en las calles.
“Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del
colegio anexo a la iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces la muchedumbre,
dando muestras en sus exteriorizaciones de gritos y ademanes de gran irritación,
prendía fuego a un colegio y parte de la capilla. Otros que habían conseguido
penetrar en el interior, arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuantos
objetos de uso religioso o privado encontraban a su paso Los sacerdotes que
ocupaban el establecimiento se defendían entretanto del asalto y, parapetados
adonde aún no habían llegado los asaltantes, hacían fuego contra estos y contra
los que pretendían continuar perpetrando en el local". (6)
La llegada de una dotación de bomberos, que desde las ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la multitud, terminó por
dispersarla produciendo numerosas víctimas.
El resto de la columna -que ocupaba aún tres
cuadras- continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia, incendiando
coches y tranvías, un camión de bomberos y los vagones de un tren que intentó
cortar su paso.
Imagen de la Semana
Trágica
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Aproximadamente a las 17 horas, la interminable
columna obrera llegó a la Chacarita, la gente se fue acomodando como pudo entre
las tumbas. Y se encontraron con un destacamento del Ejército y
gran cantidad de policías. Comenzaron los discursos. En primera fila estaban
los familiares de los asesinados. Madres, padres, hijos, hermanos desconsolados.
Mientras hablaba el dirigente Luis Bernard, surgieron abruptamente detrás de los
muros del cementerio miembros de la policía y del ejército que comenzaron a
disparar sobre la multitud. Era una emboscada. La gente buscó
refugio donde pudo, pero fueron muchos los muertos y los heridos. Los
sobrevivientes fueron empujados a sablazos y culatazos hacia la salida del
cementerio. Según los diarios, hubo 12 muertos y casi doscientos heridos. La prensa obrera habló de cientos de muertos y más de cuatrocientos
heridos. Ambas versiones coinciden en que entre las fuerzas militares y
policiales no hubo bajas. La impunidad iba en aumento. No había antecedentes
de semejante matanza de obreros. (7)
Otro foco de graves disturbios se dio alrededor de
los talleres Vasena. Desde la mañana habían sido rodeados por
nutridos grupos de obreros, y sus pedradas -contestadas por armas de fuego-
iniciaron un combate que duró todo el día, los sitiadores
trataron de voltear los portones de la fábrica y al no lograrlo comenzaron a
prenderles fuego. En el interior del edificio se encontraba el director-gerente
Alfredo Vasena con otros miembros del directorio y una delegación de la
Asociación Nacional del Trabajo, encabezada por el presidente de la Bolsa de
Comercio. Los empresarios encerrados pidieron protección al ministro del
Interior y al de Guerra, y uno de ellos, súbdito británico, solicitó la
intervención del embajador de su país.
Imagen de la Semana
Trágica
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Hacia las tres de la tarde llegó el recién designado
jefe de policía, Elpidio González, figura prominente del
radicalismo. Este intentó arengar a los huelguistas, que reaccionaron
violentamente, incendiando incluso el coche en que viajaba. La llegada de más de
100 bomberos armados, reforzados por policías y "cosacos" y de un piquete de
soldados de infantería con una ametralladora, desencadenó finalmente una batalla campal que se prolongó hasta la noche, dejando -según fuentes policiales- un saldo de 24 muertos y 60
heridos. Como episodios semejantes se multiplicaban por todas partes, ante
la imposibilidad de controlar la situación y temiendo que los hechos
respondieran a un complot revolucionario, el gobierno dispuso el
acuartelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando prácticamente las
calles en poder de los obreros. Un diario de esa tarde llegaba "al triste
convencimiento de que no tenemos gobierno" y de que "el poder, pues, está en la
huelga, no en el gobierno". (8)
Tras haber recibido la noticia de que la huelga se había extendido a Rosario, Santa Fe, Mar del Plata,
Bahía Blanca, hacia el noroeste de la provincia de Buenos Aires y de que la
Capital Federal estaba aislada del resto del país a causa del paro de los
ferroviarios y de la Asociación Obrera Marítima, el presidente, Hipólito
Yrigoyen, citó al día siguiente en su despacho a don Pedro Vasena (su
correligionario Leopoldo Melo era abogado .de la empresa) y lo instó a aceptar
los reclamos sindicales. El conflicto se resuelvió por la rendición
incondicional del empresario. Así lo entiende la FORA del IX
Congreso, que da por terminado el movimiento. La FORA V,
en cambio, cree que ha sonado la hora de la revolución social y deciden
continuar la huelga.
El general Luis J. Dellepiane,
comandante de la división con asiento en Campo de Mayo, se había constituido en
la ciudad, y procedió a ocupar con sus tropas distintos puntos estratégicos. Los
enemigos a combatir eran los trabajadores en huelga y aquellos que se
solidarizaban. Convoca a la prensa. “Es seco y categórico. Amenaza ‘emplazar la
artillería en la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad’.”
La Nación de esa fecha subraya en su crónica otra advertencia del jefe militar:
"Hacer un escarmiento que se recordará durante 50 años".
Imagen de la Semana
Trágica
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Finalmente el 11 de enero el gobierno radical llegó
a un acuerdo con la FORA IX basado en la libertad de los presos
que sumaban más de 2.000, un aumento salarial de entre un
20 y un 40 %, según las categorías, el establecimiento de una jornada laboral de nueve horas y la reincorporación
de todos los huelguistas despedidos. Poco después las autoridades de la FORA
y del Partido Socialista resolvieron la vuelta al trabajo.
El vespertino La Razón titulaba: “Se terminó la
huelga, ahora los poderes públicos deben buscar los promotores de la rebelión,
de esa rebelión cuya responsabilidad rechazan la FORA y el PS”. Pero el dolor y la conmoción popular continúan. Los trabajadores se
muestran renuentes a volver a sus trabajos. En las asambleas sindicales las
mociones por continuar la huelga general se suceden. Por su parte, la FORA V se
opone terminantemente a levantar la medida de fuerza y decide “continuar el
movimiento como forma de protesta contra los crímenes de Estado”.
Finalmente, el general Luis
Dellepiane, recibió el martes 14 de enero por separado a las conducciones de las
dos FORA y aceptó sus coincidentes condiciones para volver al trabajo que
incluían “la supresión de la ostentación de fuerza por las autoridades” y el
“respeto del derecho de reunión”. Pero pasando por encima del general,
la policía y miembros de la Liga Patriótica se dieron un gusto que
venían postergando: saquearon y destruyeron la sede de La Protesta.
La rebelión social duró exactamente una semana, del
7 al 14 de enero de 1919. La huelga había triunfado. No hubo
sanciones para las fuerzas represivas. Dellepiane, el jefe de la represión,
dictó la siguiente orden: “Quiero llevar al digno y valiente
personal que ha cooperado con las fuerzas del ejército y armada en la sofocación
del brutal e inicuo estallido, mi palabra más sentida de agradecimiento, al
mismo tiempo que el deseo de que los componentes de toda jerarquía de tan nobles
instituciones, encargadas de salvaguardar los más sagrados intereses de esta
gran metrópoli, sientan palpitar sus pechos únicamente por el impulso de nobles
ideales, presentándolos como coraza invulnerable a la incitación malsana con que
se quiere disfrazar propósitos inconfesables y cobardes apetitos”.
El embajador de Yrigoyen en Gran Bretaña, Álvarez de
Toledo, tranquilizaba a los inversores extranjeros en un reportaje concedido al
Times de Londres y reproducido por La Nación: “Los recientes
conflictos obreros en la República Argentina no fueron más que simple reflejo de
una situación común a todos los países y que la aplicación enérgica de la ley de
residencia y la deportación de más de doscientos cabecillas bastaron para
detener el avance del movimiento, que actualmente está dominado. [Agregó que] la
República Argentina reconoce plenamente la deuda de gratitud hacia los capitales
extranjeros, y muy especialmente hacia los británicos por la participación que
han tenido en el desarrollo del país, y que está dispuesto a ofrecer toda clase
de facilidades para otro desarrollo de su actividad” (9).
¿Cuántas fueron las víctimas de la represión? El
escritor Diego Abad de Santillán computa 1.500 muertos y 5 mil heridos Hubo,
además, 55.000 prontuariados, con la accesoria, para muchos, de una quincena de
confinamiento en la isla Martín García.
En su libro "La Semana Trágica", el comisario A.
Romariz (oficial de la seccional 34a. de la Boca, durante los sucesos), agrega
detalles escalofriantes: los cadáveres eran rápidamente
incinerados conforme a indicaciones del general Dellepiane. El mismo pudo
comprobarlo en la Morgue, cuando acudió a reclamar el cuerpo de un suboficial.
"Entretenga a la viuda hasta que se olvide", le dijo el
funcionario que lo atendió, escudándose en esa orden.
Imagen de la Semana
Trágica
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La Liga Patriótica
Las huelgas del año 1918 a los miembros “más
destacados de la sociedad” les dio un fuerte ataque de desesperación. La
Revolución Bolchevique se había producido hacía menos de dos años y el simple
recuerdo de los soviets de obreros y campesinos decidiendo el destino de un país
hacía temblar a los dueños de todo en la Argentina. Había que
frenar el torrente revolucionario. Comenzaron a reunirse para presionar al
gobierno radical, al que veían como incapaz de llevar adelante una represión
como la que ellos deseaban y necesitaban.
Según el empresariado, se hacía necesario terminar
con la ola de huelgas, recuperar el “orden” y la “paz social”. Había que emplear “mano dura” y disciplinar a los huelguistas. Un grupo de
jóvenes de las familias “patricias” se reunieron en la Confitería París y
decidieron “patrióticamente” armarse en “defensa propia”. Las reuniones
continuaron en los salones del “Centro Naval” de Florida y Córdoba, donde fueron
recibidos por los contralmirantes Manuel Domecq García y Eduardo O’Connor, quienes se comprometieron a darles armas e
instrucción militar. O’Connor dijo aquel 10 de enero de 1919 “que
Buenos Aires no sería otro Petrogrado e invitaba a la “valiente muchachada” a
atacar a los “rusos y catalanes en sus propios barrios si no se atreven a venir
al centro”. Partieron del centro naval con armas y dispuestos a “romper
cabezas de agitadores anarquistas”.
Ese grupo se conformó como Liga
Patriótica Argentina el 16 de enero de 1919. Domecq García ocupó la
presidencia en forma provisional hasta abril de 1919, cuando las brigadas
eligieron como presidente al abogado rosarino Manuel Carlés.
(10)
Manuel Carlés y Monseñor Botaro, arzobispo de Bs.
As., quien recibe de la Liga Patriótica la medalla de oro al
mérito
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Eran jóvenes, impregnados por una combinación de nacionalismo y catolicismo, que habían formaron
dos organismos civiles terroristas: "Orden Social" y "Guardia Blanca",
transformados posteriormente en "Liga Patriótica Argentina" y "Comité Pro
Argentinidad", que crearon brigadas armadas con el visto bueno de la policía y
el Ejército y el apoyo financiero de la "Asociación Nacional del Trabajo",
entidad patronal presidida por Joaquín S. Anchorena. Los integrantes provenían
de la Asociación de la Juventud, Asociación del Trabajo, Jockey Club, Círculo de
Armas, Asociación Damas Patricias y la Iglesia.
Durante la “Semana Trágica” sembraron el terror en
las calles. Atacaron sedes sindicales, locales anarquistas,
incendiando bibliotecas, imprentas, apaleando militantes.
La "Liga Patriótica" se "cubrió de
gloria", según La Prensa, en numerosos ataques a centros y reuniones
obreras. Una de esas "proezas" fue el asalto a un local de la FORA (Federación
Obrera Regional Argentina), cerca de Plaza Once, donde resultaron dos muertos,
uno de ellos el chofer Bruno Canovi. Con el tiempo, también atacó una pacífica
manifestación obrera en Gualeguaychú (Entre Ríos), con diversos muertos y
heridos como saldo. Por otra parte, en 1928, asesinó en Rosario a
la obrera anarquista Luisa Lallana, y en el puerto de Buenos Aires fue
muerto de manera similar el trabajador Ángeles Améndola.
Luisa Lallana, obrera portuaria, fue asesinada en
1928 por un miembro de la Liga Patriótica
Argentina.
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La burguesía luego de esas jornadas, hasta nuestros
días siguió creando grupos parapoliciales para reprimir a los
trabajadores. En la década del 30, los nacionalistas se organizaron en cuerpos
armados, como la “Legión Cívica Argentina”, inspirados en el ejemplo de la
Italia Fascista de Mussolini, a la cual se le concedió por decreto carácter
oficial. Ese cuerpo paramilitar, tuvo corta vida, pero entre otras
manifestaciones, desfilaron en la celebración del 25 de mayo de 1931. Vendrían
luego los “Comandos Civiles” tras el golpe del 55, asaltando sindicatos y
apaleando gremialistas. En los años 70, parieron la “Triple A”, que sembró de
muerte y terror las calles del país. Y hoy se terceriza la represión, y es así
como asesinaron a Mariano Ferreyra.
La Plaza “Martín Fierro”
Una vez demolidos los establecimientos de la
metalúrgica Vasena, se levantó en esos terrenos una plaza, que se propuso llamar
"Parque Mártires de la Semana Trágica", y el dirigente metalúrgico
Augusto Vandor se opuso y decidió que se llamara "Plaza Martín Fierro".
Nombre que hoy lleva.
Para el 1° de mayo de 1952, en Buenos Aires, el
presidente Perón participó de un acto organizado por la UOM en dicha plaza para
colocar una placa en honor a los caídos en enero de 1919. En la ocasión,
pronunció un discurso en el cual expresó: “Es este un episodio de
la vida argentina que representa una época de oprobio y de injusticia para los
trabajadores argentinos. La semana de enero no fue sino la culminación de una
lucha entre el capital y el trabajo cuando los obreros metalúrgicos se lanzaron
a la calle después de aguantar muchos años de vergüenza y esclavitud. Se ha
dicho en la campaña electoral que yo tuve intervención en esta zona en la semana
de enero. Yo era teniente y estaba en el arsenal de guerra. Hice guardia acá
precisamente, al día siguiente de los sucesos. Pude ver entonces la miseria de
los hombres, de esos hombres que fingen y de los otros que combaten a la clase
trabajadora. Allí una vez más reafirme el pensamiento de que un soldado
argentino, a menos que sea un criminal no podría jamás tirar contra su
pueblo”. (11)
Perón en la represión: el debate
Por suerte, son muchos los que han escrito y lo
siguen haciendo sobre la Semana Trágica. Pero son varios los que
no dicen ni una palabra de que Perón participó de la represión, cuando el
mismo lo cuenta y lo confirma. ¿Por qué ese silencio? Denuncian a todos los
responsables de la represión, y eso está muy bien, pero ¿por qué ocultan ese
dato, tan importante? Mientras que otros historiadores, ensayistas y actores de
esas jornadas dan cuenta de ese detalle que no es menor en la vida de nada menos
que el Gral. Perón.
Roberto C. Neira escribió: “Pero,
el que mejor puede relatar estos hechos y sus implicancias fue un teniente de
apellido Perón (Juan Domingo) que había ingresado en el Ejército Argentino en
1911 y los vivió estando a cargo del arsenal militar Esteban de Luca. Los
siguientes párrafos pertenecen a "La novela de Perón" del
escritor Tomás Eloy Martínez: "En 1918, cuando
me destinaron al arsenal Esteban de Luca, el capitán Bartolomé Descalzo, uno de
los mejores jefes que ha tenido nuestro ejército dijo al despedirme: "estamos
entrando en la oscuridad, teniente Perón. A las puertas de nuestra casa golpea
la más atroz de las tormentas, y el presidente (Yrigoyen) no quiere o no sabe
oírla. En Europa, la guerra ha terminado con la derrota del mejor ejército del
mundo. Los anarquistas vuelven ahora sus ojos hacia nosotros.
Juan Perón y Ma. Estela Martínez de Perón junto a
López Rega, quien organizó la Alianza Anticomunista Argentina (Triple
A)
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"Sus palabras me emocionaron. "Voy a pedirle un
favor personal", dijo Perón. "Cuando llegue la hora de hacerle frente a ese
enemigo, llámeme. Quiero pelear a su lado, mi capitán." La profecía del capitán
Descalzo se cumplió antes de lo pensado. Los anarquistas volvieron sus ojos
hacia nosotros, 1918 había terminado con unas escaramuzas de huelga en los
talleres metalúrgicos de Pedro Vasena. Algunos operarios, alentados por los
ácratas, exigieron salarios más altos y condiciones de trabajo más relajadas.
Hubo muchos que no quisieron plegarse y el movimiento fracasó, pero ya estaba
sembrado el descontento. El 3 de enero de 1919 se armó la maroma.
Luego Perón relató las jornadas de represión y
concluyó: “Mi función en el arsenal consistía en asegurar la provisión de
municiones para la tropa. Tuve muchísimo trabajo porque solo en la ciudad de
Buenos Aires estaban acuartelados entre ocho y diez regimientos. Tal como se
esperaba los funerales degeneraron en combates callejeros. Murieron más de 600
personas. El general Luis J. Dellepiane convocó el 11 de enero a Sebastián
Marotta, uno de los jefes anarquistas, y aplacó los ánimos. Los obreros de la
fábrica Vasena consiguieron algún beneficio de aquella tragedia: la empresa
redujo la jornada de trabajo a 8 horas y aumentó los salarios en un 30 por
ciento.
“Pero las heridas, cuando son profundas, no
cicatrizan de un día para otro. Hay que estar vigilándolas. Mi antiguo profesor
Manuel Carlés, apoyado por el vicealmirante Domecq García, fundó la "Liga
Patriótica Argentina", en la que se inscribieron muchos jóvenes católicos y
nacionalistas. Disponían de una tropa de choque cuya misión principal era poner
en vereda a los agitadores extranjeros. A veces usaban métodos violentos, pero
eran bien intencionados....". (12)
Domecq García ocupó la presidencia en forma
provisional de la Liga Patriótica
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Por su parte, Milciades Peña en su
obra “Masas, Caudillos y Elites. La dependencia Argentina de Yrigoyen a Perón”
escribió que “frente a la fábrica donde se había iniciado la
huelga (los Talleres Vasena), un destacamento del ejército ametralla a los
obreros. Lo comanda un joven teniente, llamado Juan Domingo Perón”. (13)
Según el testimonio de Diego Abad de
Santillán, dirigente de la FORA del V Congreso, en un reportaje de la
revista Panorama, al evocar los acontecimientos, expresó: “entre
los oficiales del ejército que reprimieron a las manifestaciones en esa
sangrienta jornada, se encontraba un joven teniente: Juan Domingo Perón. Quizás
ahí afirmó su política demagógica, al ver que la represión sólo produce el
divorcio del gobierno con el pueblo". (14)
Norberto Galasso en su libro
“Perón, Formación, ascenso y caída (1893-1955)” se pregunta cuál fue la
participación de Perón en esos acontecimientos. Cita a la obra colectiva “El
hombre del destino” dirigida por Enrique Pavón Pereyra, luego a Fermín Chávez,
la opinión de Tomas Eloy Martínez en la novela mencionada y en “Las Memorias del
General”, y la opinión del mayor Vicenta Aloe. Finalmente concluye que “aunque no es posible asegurar la veracidad de una u otra de las
distintas versiones parece más creible el relato que el propio Martínez adjudica
a Perón -colaborando en la entrega de material en el Arsenal de Guerra- que la
opinión de Aloe, así como más probable que las otras conjeturas de Pavón
Pereyra. Es decir, se trataría de un teniente, sometido a la disciplina
castrense, en su tarea de aprovisionamiento de material bélico. Por otro lado,
su evidente animadversión hacía los anarquistas -en aquellos tiempos,”los
anarquistas tirabombas” en el lenguaje común- no sorprende en un hombre del
Ejercito, habida cuenta de que el anarquismo profesa la abolición del Estado y
de la Fuera Armada....”. (15)
Por su parte, Luis Alberto Romero,
en su libro “Breve historia contemporánea de la Argentina”, se explaya sobre
esta temática.
La versión peronista, en cambio, sostiene “que Perón no tiró contra los obreros, por el contrario, habría
dialogado con ellos, en el tono paternal que caracterizaría treinta años más
tarde su relación con el movimiento sindical”.
Por lo que hemos investigado, luego de conocer la
opinión del propio Perón y de distintos investigadores, y como surge de estos
relatos, Perón no sólo participó de la represión a los trabajadores en aquellas
jornadas de 1919, sino que elogió a su profesor “Manuel Carlés, apoyado por el
vicealmirante Domecq García, fundadores de la "Liga Patriótica Argentina".
"Una arenga patriótica", escrito de Manuel Carlés,
publicado en Caras y Caretas
|
Antisimetismo
Herman Schiller nos comenta que
“El antisemitismo estaba muy arraigado en las clases altas de entonces. Algunos
ejemplos: en 1890 apareció en La Nación, en forma de folletín, una furiosa
novela antisemita llamada La bolsa de Julián Martel; en enero de 1888 (apenas
ocho meses antes de morirse), el mismísimo Domingo Faustino Sarmiento publicó
varios artículos antijudíos en El Nacional; el diario La Prensa, en distintas
oportunidades, manifestó su oposición a que los judíos formen comunas agrarias
en Entre Ríos y Santa Fe; y, sobre todo, la "acción" del 15 de mayo de 1910,
diez días antes del Centenario, cuando jóvenes de clase alta, salidos de la muy
exclusiva "Sociedad Sportiva Argentina" bajo la conducción del barón Demarchi,
asaltaron las sedes del Avangard, órgano del "Bund", agrupación obrera
socialista judía, y la denominada "Biblioteca Rusa", para quemar luego sus
libros en Plaza Congreso.
“El ensañamiento de esos sectores vinculados con el
poder contra los trabajadores judíos durante la "Semana Trágica" produjo en
América latina el primer "pogrom" (vocablo ruso de antigua data que significa
matanza de judíos). Muchos lo consideraron una suerte de venganza por la acción
del joven judío Simon Radowitzky diez años antes, aunque el régimen, ya en ese
entonces, inmediatamente después de producirse la ejecución del coronel Falcón
el 14 de noviembre de 1909, se había cobrado una buena dosis de revancha al
encarcelar a más de 3000 obreros y deportar a Europa a centenares de anarquistas
y socialistas.
“En aquellos días fue detenido un joven periodista
judío -Pedro Wald- que también ejercía el oficio de carpintero. La acusación,
tan burda que parecía tragicómica, fue aceptada durante bastante tiempo por los
voceros del régimen: Wald estaba destinado por los maximalistas a convertirse en
el primer presidente del Soviet argentino. Wald fue salvajemente torturado en la
7ª (ubicada en el mismo lugar donde está hoy: Lavalle, entre Paso y Pueyrredón),
pero se negó a "confesar". La intensa movilización popular logró que se lo
dejara en libertad y, diez años después, en el libro titulado Koshmar
(Pesadilla), relató algunos episodios de la represión durante la Semana Trágica.
Uno de ellos decía: "Salvajes eran las manifestaciones de los ’niños bien’ de la
Liga Patriótica, que marchaban pidiendo la muerte de los maximalistas, los
judíos y demás extranjeros. Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías.
Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro
de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como
no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No
seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y
encontraban a mano. Así pescaron un transeúnte: ’Gritá que sos un maximalista’.
’No lo soy’ suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de
su propia sangre". (16)
Jinetes de la Liga Patriótica "desfilan" por la
calle 25 de Mayo
|
Donaciones de las familias patricias
Los miembros de la burguesía se mostraron muy
agradecidos con los miembros de las fuerzas represivas y quisieron premiarlas
con lo único que a ambas partes les interesa a la hora de los homenajes: dinero.
Las empresas beneficiadas con la “disciplina social”, las “damas
de beneficencia y otras entidades “de bien público” iniciaron colectas “pro
defensores del orden”. Así lo detalla La Nación: “En el local
de la Asociación del Trabajo se reunió ayer la Junta Directiva de la Comisión
pro defensores del orden, que preside el contralmirante Domecq García,
adoptándose diversas resoluciones de importancia. Se resolvió designar
comisiones especiales que tendrán a su cargo la recolección de fondos en la
banca, el comercio, la industria, el foro, etc., y se adoptaron diversas
disposiciones tendientes a hacer que el óbolo llegue en forma equitativa a todos
los hogares de los defensores del orden. [...] Un grupo de jóvenes radicados en
la sección 15 de la policía ha iniciado una colecta entre los vecinos con objeto
de entregar una suma de dinero a los agentes pertenecientes a la citada
comisaría, con motivo de su actuación en los últimos sucesos”.
“La comisión central pro defensores del orden
recibió ayer las siguientes cantidades: Frigorífico Swift $ 1.000, Club Francais
500, Eugenio Mattaldi 500, Escalada y Cía. 100, Leng Roberts y Cía. 500, Juan
Angel López 200, Matías Errázuriz 500, Horacio Sánchez y Elía 7.000, Jockey Club
5.000, Cía. Alemana de electricidad 1.000, Arable King y Cía 100, Elena S. de
Gómez. 200, Las Palmas Produce Cía. 1.000, Mac Donald 300, Frigorífico Armour
1.000.” (17)
El tango: “Se viene la maroma!”
Los hechos de la Semana Trágica fueron y siguen
siendo investigados, se han publicado varios libros, documentales y películas.
Además, varios años después se conoció el tango “Se viene la maroma!”, con
música de Enrique Delfino y letra de Manuel Romero. Testimonios de esos días
dicen que el mismo se refiere a aquellas jornadas de huelgas, luchas y una
terrible represión.
“Cachorro de bacán,
anda achicando el
tren;
los ricos hoy están
al borde del sartén.
El vento del
cobán,
el auto y la mansión,
bien pronto rajarán
por un
escotillón.
Parece que está lista y ha rumbiao
la bronca comunista pa’
este lao;
tendrás que laburar pa’ morfar...
¡Lo que te van a
gozar!
Pedazo de haragán,
bacán sin profesión;
bien pronto te
verán
chivudo y sin colchón.
¡Ya está! ¡Llegó!
¡No hay más que hablar!
Se
viene la maroma sovietista.
Los orres ya están hartos de morfar salame y
pan
y hoy quieren morfar ostras con sauternes y champán.
Aquí ni Dios se va a piantar
el día del reparto a
la romana
y hasta tendrás que entregar a tu hermana
para la
comunidad...
Y vos que amarrocás
vintén sobre vintén,
la plata que
ganás
robando en tu almacén.
Y vos que la gozás
y hacés el
parisién,
y sólo te tragás
el morfi de otros cien...
¡Pa’ todos habrá goma, no hay cuidao...!
Se viene
la maroma pa’ este lao:
el pato empezará a dominar...
¡cómo lo vamo’ a
gozar!
Pedazo de haragán,
bacán sin profesión;
bien
pronto te verán
mangando pa’l buyón.
Imagen de la Semana
Trágica
|
A modo de conclusión
Desde su origen en las últimas décadas del Siglo
XIX, la clase obrera de nuestro país fue protagonista de las más variadas
experiencias, con derrotas y triunfos, con luchas en la legalidad y la
clandestinidad, años de negociaciones y enfrentamientos, con poder creciente
como clase y de sus organizaciones sindicales, sufriendo fuertes represiones y
persecuciones. Pablo Pozzi en su libro “Oposición obrera a la
dictadura” puntualizó que “este peso del movimiento obrero sobre
la evolución socio-política y económica de la Argentina ha originado numerosas
polémicas, análisis y discusiones. La clase obrera como factor de
desestabilización y crisis social, como gestora de un futuro mejor; base del
autoritarismo fascistoide o combativa y latentemente revolucionaria; una clase
consciente y madura o poco desarrollada y aburguesada; estas son todas
interpretaciones parciales del pasado social argentino”.
Debemos ver a la huelga de los metalúrgicos de los
Talleres Vasena, la posterior represión y resistencia, que pasó a la historia
como la “Semana Trágica”, como uno de esos heroicos hitos de la
clase obrera, que nos ha dejado muchas enseñanzas.
Se reclamó por sus derechos, se fue a la huelga, se
realizaron asambleas, se recibió la solidaridad de todos los trabajadores, se
resistió, se luchó en las calles y no se dudó en enfrentar a las fuerzas
policiales, al Ejército y a la Liga Patriótica, en una clara muestra de
autodefensa de clase.
Y lo que quedó en claro fue la decisión de la clase dominante de recurrir a la represión, que
fue despiadada y cruel, para solucionar un conflicto entre el capital y el
trabajo. Esas jornadas forman parte de la larga lista de “Esa Maldita Costumbre
de Matar”.
Esta nota es un homenaje a todos los
que lucharon y perdieron su vida en esas jornadas heroicas de la clase obrera
del país.
CITAS
1.- La Semana Trágica. Edgardo Bilsky. Ed. CEAL
1985.
2.- Godio, Julio,
"La Semana Trágica de Enero de 1919"
3.- La Protesta 8/1/1919, 9/1/1919.
4.- Godio, Julio, opo. cit.
5.- La Prensa,
10/1/1919.
6.- La Prensa
10/01/1919.
7.-Babini,
Nicolás, “La Semana Trágica”
8.- El Diario 9/1/1919. Historia Integral Argentina Tomo 6 La
clase media en el poder. Pág. 72 a 76 Centro Editor de América Latina S.A.
Buenos Aires. 1971.
9.-
Babini, Nicolás, op. cit.
10.-Revista Primera Plana, 29 de abril de 1969. Tomado de
Mágicas Ruinas
11.- La
Capital, 2 de mayo de 1952, pág. 4.
12.- Roberto C. Neira, cita a "La novela de Perón" del escritor
Tomás Eloy Martínez (Legasa - 1985),
13.- Milciades Peña, “Masas, Caudillos y Elites. La dependencia
Argentina de Yrigoyen a Perón”, Pagina 8, Ediciones Fichas, Bs.As 1973
14.- Diego Abad de
Santillán
15.- Norberto
Galasso, “Perón, Formación, ascenso y caída (1893-1955)”. Tomo I, paginas 56,
57,58. Ediciones Colihue)
16.- Herman Schiller, “El primer "pogrom" en la argentina”.
17.- Agencia Walsh de
"La Semana Trágica de Enero de 1919", Julio Godio.
FUENTES CONSULTADAS
Luchas obreras y represiones
sangrientas, de Diego Abad de Santillán.
La Semana Trágica, de Hugo del Campo.
La Semana Trágica de Nicolás Babini.
La Semana Trágica y los judíos,
de Nahum Solomisky.
La
clase media en el poder. Centro Editor de América Latina S.A. Buenos Aires.
1971.
El primer "pogrom"
en la Argentina, Herman Schiller.
Agencia Walsh de "La Semana Trágica de Enero de 1919", Julio
Godio.
"La novela de
Perón", Tomás Eloy Martínez, Legasa - 1985.
“Breve historia contemporánea de la Argentina”, Luis
Alberto Romero. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1994.
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