lunes, 21 de mayo de 2012

Otra vez el agua. Otra vez los problemas de siempre.



Por Federico Burgos (UJS-PO, Azul).-
Una nueva inundación cubrió la ciudad el último viernes y sábado. Hacía ya 10 años que no se daba este fenómeno. Las fuertes lluvias producidas durante la semana desataron finalmente la furia del arroyo. En principio, se la comparó con la inundación del 2002, justamente la última, con anterioridad a ésta; luego que bajó el agua, se dijo que era comparable con la del año ochenta, la peor de la historia para nuestra ciudad. Ahora, la pregunta es ¿por qué no se alertó desde un principio cuál era el caudal de agua que traía el arroyo?

Desde primera hora del viernes, en las distintas radios empezó a circular la información de un posible desborde, debido a las fuertes precipitaciones registradas en la zona de la cuenca. Con el correr de las horas, esto se fue haciendo cada vez más real debido a la gran masa de agua que provenía de la vecina ciudad de Chilar y alrededores (más de 200 mm había llovido en una de las tantas estancias que rodean a nuestro Partido). En uno de los primeros partes oficiales se dijo que sería una inundación comparable a la del año 2002; debido a esto, muchas personas subestimaron la situación, pensando que el agua no llegaría a sus hogares, pero en las últimas horas del viernes y primeras del sábado comenzó a tomar cuerpo el esperado desborde y desató consecuencias imprevistas. Claramente, la información se manejó mal. Desde un primer momento se tendría que haber hecho conocer a los vecinos que  el caudal de agua que avanzaba sobre la ciudad era realmente superior al anunciado, lo que hubiera permitido tomar mayores recaudos a tiempo.

Desde la tarde del viernes, las personas se acercaban preferentemente al sector de la costanera y el parque a vigilar el  comportamiento del arroyo. Mientras el agua subía lentamente,  los distintos partes de prensa fueron pronosticando distintos horarios para el pico de agua, lo que generó un importante desconcierto en la gente que buscó realizar sus propias mediciones y, como en el 80, terminó sorprendiendo la envergadura del problema.

Si bien las obras realizadas luego de la última inundación ayudaron a evitar un mayor perjuicio y a que el agua escurriera más rápido, hubo sectores de la ciudad muy afectados, como lo fue el del parque, Club de Remo y Balneario, donde llegó a registrarse más de un metro de agua en las casas. Sin embargo, como contraste, en el denominado sector de costanera norte los distintos trabajos pasaron su prueba y evitó que pasase a mayores; también hubo desbordes, pero pudo haber sido mucho peor. Esto tendrá que ser objeto de nuevas políticas y de nuevas obras que ayuden a contener grandes caudales de agua, porque a la vista está que los realizados no han sido suficientes.

En este contexto difícil, se impone repudiar los actos de vandalismo que se dieron en la madrugada del sábado. Mientras las personas se preocupaban por salvar lo que  habían logrado con años de sacrificio, otros aprovechaban la confusión para sacarle provecho al drama. Y como siempre, hay que insistir en aquellos comportamientos que no contribuyen a resolver la emergencia y en cambio la agravan. El tránsito de vehículos por las calles inundadas provocaba un oleaje que terminaba arrojando mayor cantidad de agua al interior de las viviendas, lo que demuestra que todavía no hemos madurado lo suficiente para enfrentar con responsabilidad un desastre como el que nos tocó vivir en esta ocasión.

Tampoco se puede soslayar el abandono que sufrieron los trabajadores de la fábrica San Lorenzo, adonde no llegó el operativo de seguridad que se organizó para esta emergencia. Vaya a saber porqué motivo los equipos de rescate no evacuaron a los operarios de la fábrica que tuvieron que salir por su cuenta, cruzando campos con más de un metro de agua, lo mismo que le ocurrió a un empleado de la TV digital por cable, a quien tampoco acudieron a ayudar.

La ciudad nuevamente amaneció con aquella vieja fotografía de vecinos limpiando lo que el agua deja a su paso. Hubo quienes perdieron mucho, otros que llegaron a salvar lo que tenían; cada cual con sus propias secuelas. El Estado hizo lo que pudo, pero quienes están hoy en función de gobierno deberán tomar cartas en el asunto para estar mejor prevenidos en el futuro.

Merece un reconocimiento especial la gran campaña solidaria que están llevando adelante instituciones como el C.U.A, Cruz Roja y tantas otras, cuyos voluntarios dedican su tiempo para colaborar con los damnificados, lo que demuestra que la ciudad está de pie y que a la hora de ayudar, la solidaridad se organiza y se expresa.

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