martes, 29 de mayo de 2012

Los judiciales volvimos a trabajar con las manos vacías

La lucha se quebró desde arriba


Conquistar la porcentual sólo depende de la capacidad de las bases para superar la traición de la burocracia sindical


Luz Ramallo. Trabajadora Judicial. Departamental Azul.

Después de un paro continuado que se extendió con movilizaciones por casi tres meses, con un acampe frente a la Corte, los trabajadores judiciales volvimos a trabajar sin haber obtenido ninguna conquista: ni porcentual, ni paritarias, ni el aumento salarial reclamado, ni garantías de que no se nos descuenten los días de huelga.

La conducción gremial (Blasco-Pérez Guillén) daba por concluido el paro, simultáneamente a que el secretariado general de las departamentales afines a cada una de esas líneas (michelistas y yaskistas) convertían la arenga combativa en un discurso por la baja. Fueron fieles reproductores del miedo que sembró el gobierno a través de las amenazas de intervención, cesantías y descuentos; pregoneros de un debilitamiento de las fuerzas que ellos provocaron; y principales forjadores del clima que se preparaba para retirarse de la pelea.

Aunque no lo sinceran de ese modo y discursean con la continuación de la lucha, para la cual –dicen- hay que reagrupar fuerzas y reformular el plan de acción que insista en la recuperación de la porcentual, lo cierto es que armaron las condiciones adecuadas para que la caída del paro fuera decidida “democráticamente” en asambleas. Lo que se cayó de ese modo fue un mandato resuelto por un congreso provincial, que a su vez reunió el mandato de todas las asambleas departamentales. Qué ironía. Las asambleas borraron con el codo lo que habían escrito con la mano. ¿?

El intempestivo cese de la huelga judicial fue una decisión política de la burocracia gremial, no de las asambleas que fueron desgastadas y chantajeadas. ¡Cómo lo van a aceptar! Sería reconocer que los intereses políticos prevalecieron por sobre los de la masa judicial bonaerense. Una verdadera traición a la naturaleza de la representación sindical.

El yaskista y kirchnerista Pérez Guillén en su condición de secretario adjunto de la mesa directiva provincial de la AJB, bastardeó la lucha desde primera hora. Esta corriente encabezó la traición a la gran causa de la porcentual, pero el michelista Blasco, secretario general, no le fue en zaga. En un escenario difícil, frente a un gobierno provincial dispuesto a reprimir si era necesario para quebrar la lucha judicial y un gobierno nacional preparado para colaborar con ese cometido, se limitó a “acompañar” el impulso de la base sin dirigirlo a la victoria. La prolongación del paro fue proporcional al desgaste que provocó una dirección que no apostó a ganar, y especuló a la vez con el desguace económico seguro para la AJB, comprometida a reintegrar a los huelguistas el 80 por ciento de los descuentos que la Corte venía realizando a los haberes de los judiciales.

La negociación con la Corte estuvo más avanzada de lo que la mesa directiva informó a los afiliados. Con el reintegro de los descuentos ya practicados, que podría significar incluso una recuperación de fondos para el gremio, por lo que ya puso, y la decisión de no descontar los paros de mayo, la AJB saldría airosa del problema.

Blasco y sus acólitos también nos engañaron. Ninguna corriente inmiscuida en la mesa directiva provincial del gremio puede salir indemne de esta política de auténtica entrega de una lucha que pudo proponerse otro desenlace.

La lucha continúa, claro, pero en la línea que definan las bases, a través de un congreso abierto con mandato de las 18 departamentales y la participación de delegados independientes.

En cada departamento judicial debemos dar un profundo debate acerca de este proceso para poder resolver un curso de acción transparente, enérgico y decidido. La porcentual depende también de la claridad que tengamos todos los trabajadores para interpretar el contexto y pensar una estrategia de lucha incondicional, porque también está en juego la madurez y capacidad que tengamos desde abajo para organizar lo que el poder quiere impedir y para vencer lo que la burocracia sindical ayuda a obstaculizar.

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