viernes, 12 de agosto de 2011

Un criminal no sólo produce crímenes

Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un clérigo sermones, un profesor
tratados, y así siguiendo. Un criminal produce crímenes. Si observamos de más
cerca la conexión entre esta última rama de la producción y la sociedad como
un todo, nos liberaremos de muchos prejuicios. El criminal no solo produce
crímenes sino también leyes penales, y con esto el profesor que da clases y
conferencias sobre esas leyes, y también produce el inevitable manual en el
que este mismo profesor lanza sus conferencias al mercado como
“mercancías”. Esto trae consigo un aumento de la riqueza nacional, aparte del
goce personal que el manuscrito del manual aporte a su mismo autor.
El criminal produce además el conjunto de la policía y la justicia criminal,
fiscales, jueces, jurados, carceleros, etc.; y estas diferentes líneas de negocios,
que forman igualmente muchas categorías de la división social del trabajo,
desarrollan diferentes capacidades del espíritu humano, crean nuevas
necesidades y nuevos modos de satisfacerlas. La tortura, por ejemplo, dio
surgimiento a las más ingeniosas invenciones mecánicas y empleó muchos
artesanos honorables en la producción de sus instrumentos.
El criminal produce además una impresión, en parte moral y en parte trágica
según el caso, y de este modo presta “servicios” al suscitar los sentimientos
morales y estéticos del público. No solo produce manuales de Derecho Penal,
no solo Códigos Penales y con ellos legisladores en este campo, sino también
arte, literatura, novelas y hasta tragedias, como lo muestra no solo Los
ladrones de Schiller, sino también Edipo Rey y Ricardo Tercero. El criminal
rompe la monotonía y la seguridad cotidiana de la vida burguesa. De este
modo la salva del estancamiento y le presta esa tensión incómoda y esa
agilidad sin las cuales el aguijón de la competencia se embotaría. Así, estimula
las fuerzas productivas. Mientras que el crimen sustrae una parte de la
población superflua del mercado de trabajo y así reduce la competencia entre
los trabajadores –impidiendo hasta cierto punto que los salarios caigan por
debajo del mínimo-, la lucha contra el crimen absorbe a la otra parte de esta
población. Por lo tanto, el criminal aparece como uno de esos “contrapesos”
naturales que producen un balance correcto y abren una perspectiva total de
ocupaciones “útiles”.
Carlos Marx, Historia crítica de la teoría de la plusvalía, México, Fondo de
Cultura Económica, 1945, traducción Wenceslao Roces, 3 volúmenes, Tomo I,
página 217. En
Pensamiento Penal

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